La obsesión por matar insectos es una de las lacras de nuestro tiempo. Llegada la primavera, la publicidad nos bombardea literalmente y las estanterías de los supermercados se atiborran de productos para matar, con ‘licencia de Sanidad’… Una plaga, de plaguicidas. Algunos hasta para los animales domésticos. Nuestras imágenes habituales incluyen unos anuncios televisivos con estudiadas bandas sonoras, efectos especiales, picotazos a ‘gogó’, y caras desencajadas por el dolor. El consumo se dispara. La matanza no se ocupa de ‘daños colaterales’, al efecto casi nadie lleva lupa en el bolsillo, y una abeja, tocada y hundida, cazada en su búsqueda del néctar, no nos merece compasión. ¿Quiénes sufren más? Los pobres animalitos insectívoros, algunos como las alegres golondrinas que colgaban los nidos, sin comer, por obra y gracia de los insecticidas.
La industria química se ha dedicado a la eliminación sistemática de moscas, mosquitos, avispas, hormigas, cucarachas, chinches, pulgas… Cosa que le agradecemos. También les agradeceríamos un esfuerzo suplementario en la no eliminación de otros insectos y microorganismos varios, algunos de los cuales pueden ser amigos nuestros y cuya presencia nos protege de los enemigos, los perniciosos.
¿Por qué no ahuyentar a los insectos ‘impresentables’? ¿Por qué el mercado no dispone de suficientes repelentes para insectos, poco más que para mosquitos y avispas? Los industriales han hecho pocos esfuerzos en este sentido. ¿Es posible que estén ganando muchísimo dinero ‘matando moscas’? No sería difícil ni caro utilizar repelentes para un determinado tipo de insecto o unas feromonas específicas que interfieran en su ciclo de apareamiento.
Si el insecto es realmente pernicioso hay que actuar. Hemos de esforzarnos en el exterminio del Anopheles, mosquito transmisor del paludismo, sin afectar a los otros mosquitos, que no lo transmiten. Concentrar el esfuerzo es fundamental, discriminar es básico. La mosca Tse-tsé fue erradicada en muchas áreas. No debe haber piedad.
Y a los insectos amigos, como Pepito Grillo, dejadlos en paz.
Alfonso Posada es Licenciado en Filología y profesor de Bachillerato
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