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¿Justicieros universales?

Los que podemos llegar a perdernos analizando el sentido o las connotaciones de un simple adjetivo tropezamos a veces en conceptos que resaltan por pretenciosos y no podemos evitar sonreír ante la vanidad humana y la soberbia degenerada en estupidez. El universo infinito. En las «Guerras de las estrellas, que no galaxias» los malos quedaban perfectamente definidos por sus apariencias, como los del Oeste americano, que siempre llevaban sombreros negros, eran muy traidores, sucios y hasta feos.

Los buenos, guapos y bien peinados. Algunos habían heredado aspectos deplorables, «mutantes», pero no había que fijarse mucho porque eran buena gente, a pesar de no poder mirarse al espejo… En aquellos mundos la justicia se impartía disparando lásers de alta energía y proyectiles varios, muy aparentes. Algunos echábamos de menos la comparecencia de algún juez venerable, tal vez con aspecto de vendedor de estilográficas, sentenciando algo en medio de aquellas tormentas de sonidos varios. Los primitivos guiones guerreros, al nivel de las más relamidas películas de «combois», se centraban en los justicieros y no en los jueces… La figura del «vigilante» adquiría niveles interestelares y linchar a los malos era el objetivo final de la epopeya. El universo, libre de seres perversos, era un lugar mucho mejor al salir del cine

Los justicialistas, incorregibles, no solamente son una aberración argentina sino también un fenómeno exportable a todo el mundo populista y populachero.

Los justicieros universales son personajes legendarios, caballeros andantes, Don Quijote, el Zorro, el Capitán Trueno, Supermán, el Cid Campeador,… Todos ellos eran justos e impartían justicia de formas violentas, justicieras, «como debe ser». No reconocían fronteras, desligados de la esclavitud del tiempo y el espacio.

La ambición desaforada, trufada de soberbia, hace que a algunos jueces no tengan bastante con hacer su trabajo. Quieren juzgar al mismísimo universo universal. Todo vale en la lucha contra el crimen y la persecución del malvado. Dale al micro, Baltasar, que son nuestros…

Y es que sois muy malos, todos, todos, todos… Menos mi querido Emilio.

Alfonso Posada
Prof. de bachillerato
Alfons.inn@gmail.com

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