20 de noviembre de 2011, España. El Partido Popular arrolla en las urnas al PSOE tras una campaña anodina donde el candidato ganador se refugió en el silencio y apenas dejó entrever sus intenciones si gobernaba, mientras que el perdedor defendía su programa como podía intentando despegarse de sus cuatro últimos años en la formación del ya presidente en funciones José Luis Rodríguez Zapatero y que deja el país en una situación desastrosa.
Celebraciones en la madrileña calle Génova, felicitaciones del derrotado al triunfador de la noche y partidos minoritarios enojados porque el sistema D’Hont, de nuevo, les vuelve a perjudicar y los votos en blanco, las abstenciones y el propio sistema proporcional favorece a los dos grandes.
Mariano Rajoy, presidente del gobierno español desde el momento de la investidura en el Congreso prevista para la segunda quincena de diciembre, prometía empezar a trabajar para el país el mismo lunes 21 de noviembre y pedía confianza aunque «no prometía milagros». Quitando estas declaraciones desde el balcón de la sede del PP, por lo demás, parece que un silencio hermético le va acompañar hasta que las Cortes le voten como el próximo encargado de gestionar España y será entonces cuando Rajoy, en palabras de la secretaria del PP, Dolores de Cospedal, «dará a conocer todo su programa de Gobierno».
Las felicitaciones desde Europa no se hicieron esperar, Cameron, Sarkozy y, cómo no, Angela Merkel, la jefa de los jefes, llamaron a Mariano Rajoy para darle la enhorabuena. La canciller alemana y Rajoy mantuvieron una conversación telefónica de veinte minutos en la que ésta «proponía» una colaboración eficaz para sacar del agujero a España (y a Europa, quizás). A su vez, la líder de los democristianos alemanes envió un telegrama publicado por el Gobierno de su país, que no por el PP, en el que pide «un mandato claro en estos momentos difíciles para España y Europa para decidir e implementar rápidamente las reformas necesarias», lo que los expertos casi traducen por un «haz lo que yo te diga y nos llevaremos bien».
En un momento en el que Europa se tambalea, aunque algunos aseguran que de esta crisis europea saldrá reforzada, los mercados también tienen su espacio para opinar.
La prima de riesgo se mostró impasible al éxito de Rajoy en las urnas y la agencia Fitch dijo que su triunfo «ofrece una ventana de oportunidad», aunque apuntaba que el líder del PP «debe sorprender positivamente a los inversores con un ambicioso y radical programa de reformas estructurales y fiscales». Hay que tener contentos a todos.
Es decir, que después de la paciencia y perseverancia de Rajoy para llegar a la Moncloa, Europa y los mercados (¡y las agencias de valoración!) tienen la sartén por el mango en un momento en que van de la mano y a Rajoy no le queda más remedio que ajustar su programa a las exigencias del guión.
Al parecer el único problema de Europa no es España.La crisis se ha llevado por delante a varios presidentes del gobierno de países como Portugal y Reino Unido
Mientras tanto, parece que el único problema de Europa no es España. La crisis se ha llevado por delante a varios presidentes del gobierno. España, Portugal, Irlanda y Reino Unido, castigaban a sus primeros ministros en las urnas, Gordon Brown fue el primero en caer y lo que ha venido después con el gobierno de coalición británico han sido solo recortes, aparentemente la única alternativa al despilfarro de los años anteriores. Para Grecia el cambio fue distinto, lo mismo que para Italia, ya que este se decidió en el hemiciclo y no en las urnas. El jefe de Gobierno griego, Yorgos Papandreu, renunció a favor de un gobierno de unidad después de varios intentos de capear el temporal mientras que Silvio Berlusconi ha cedido a favor de los tecnócratas con una prima de riesgo disparada. E incluso la misma Angela Merkel ha conocido la amargura de la derrota en los comicios regionales, mandataria sobre la que algunos ya se plantean si es la salvadora de Europa o, por el contrario, es su problema.
Así que, con este panorama, al nuevo presidente del Gobierno español le toca pensar en los españoles sin olvidar a los de fuera e intentar complacer a todos con sus medidas y reformas, incluidos los mercados.