Durante cuatro días Londres se vistió de gala para conmemorar el sesenta aniversario en el trono de Isabel II. Diferentes actos, tanto lúdicos como solemnes, han inundado las calles de la capital inglesa para rendir homenaje a su reina. El Jubileo de Diamantes, como se ha llamado a estos días de festejo, ha movilizado a millones de personas que con su presencia han querido demostrar su respeto y admiración hacia su reina.
El suelo de las calles de Londres amaneció mojado el día 3 de junio y el aire movía las copas de los árboles con fuerza. Pero ni la lluvia ni el frío frenaron al millón de personas que se arremolinó a las orillas del río Támesis para contemplar el desfile náutico más espectacular en las aguas del río londinense de los últimos 350 años. Éste fue uno de los actos centrales más destacados de la celebración de los sesenta años en el trono de la reina Isabel II, de 86 años de edad. Para festejar el Jubileo de Diamantes, cerca de mil embarcaciones de todo tipo –desde grandes navíos hasta canoas, pasando por góndolas italianas y veleros- participaron en esta particular procesión que ganó el pulso al mal tiempo.
Pero de entre todos los barcos, uno era el más esperado por la marea humana en la que se convirtieron los márgenes del Támesis. El repicar de las campanas y la música clásica en directo anunciaban la llegada de la barcaza real, donde la reina y su familia saludaron y sonrieron sin descanso durante las tres horas que duró el desfile. Según fuentes oficiales, un total de 10.000 flores adornaron el Spirit of Chartwell, el navío de Isabel II, que se distinguía de todos los demás por sus colores rojizos y dorados. El príncipe Carlos y su esposa Camilla, el príncipe Enrique y los duques de Cambridge, Guillermo y Catalina, iban en este barco que recordaba a las embarcaciones de los siglos XVII y XVIII.
Mary Lebish, cámara en mano, aguantaba bajo una capucha la lluvia inglesa. Se había vestido para la ocasión. El rojo, el azul y el blanco eran los únicos colores que lucía ese día. «Son los de la bandera, cómo no», explicaba con cierto garbo. «No me importa mojarme y esperar, porque esto sólo ocurre una vez en sesenta años y yo no podré volver a verlo», asegura. Pero más allá de la espectacularidad del desfile que se adivinaba atractivo de por sí, había otro motivo por el que esta ciudadana británica se calaba bajo la lluvia. «Estoy muy orgullosa de nuestra reina. Es una persona maravillosa que trabaja muy duro», comparte en tono sincero y sereno.
«No me importa mojarme
y esperar, porque esto sólo
ocurre una vez en sesenta años
y yo no podré volver a verlo».
Beryl Dicken tiene 89 años y se desplaza gracias a una silla de ruedas a la que le ha colocado varios banderines patrióticos. Llueve, pero no le importa. Mientras espera la llegada de la comitiva real cuenta la motivación que le ha llevado a las orillas del Támesis: «La reina se ha ganado el respeto a conciencia. Trata de manera igualitaria a todos los ciudadanos y es imparcial». Cuando empiezan a sonar las campanas, Beryl se esfuerza por ponerse de pie, se agarra a la barandilla y se empeña en agitar una y otra vez uno de los banderines. «Brillante. No es posible imaginar lo que he sentido al verla pasar por el río». Son sus primeras palabras inmediatamente después de que Isabel II desfilara ante ella. No era difícil distinguir a la soberana, ya que lucía vestido y abrigo blanco a juego con un sombrero, que contrastaba con los colores de la bandera.
El recorrido por el río empezó a las 14:10 horas frente a Battersea Park. La flotilla recorrió once kilómetros del río y pasó por doce puentes hasta llegar a Tower Bridge, donde terminó la procesión fluvial en la que participaron 20.000 personas y en la que se invirtieron 12 millones de libras; al cambio, unos 14,8 millones de euros. La reina Isabel II fue recibida por miles de ciudadanos que agitaban la bandera británica mientras sonaba el himno «God save the Queen».
El impresionante desfile en el Támesis marcó la agenda de los actos de celebración que, sin embargo, arrancaron un día antes con la carrera de caballos de Epsom. La soberana y su consorte, el duque de Edimburgo, asistieron al hipódromo, al sur de la capital, para presenciar el derbi; una de las competiciones más importantes del año. Isabel II fue aclamada por más de 150.000 asistentes entusiasmados. La llegada de la reina fue precedida por una serie de salvas de 41 cañonazos disparadas por la Tropa del Rey, que marcaron el inicio de las celebraciones.
Una monarca muy popular
Durante el Jubileo de Diamantes se ha puesto a prueba la popularidad de la monarca, que ha pasado la prueba con creces, a juzgar por la multitud de ciudadanos que mostraron públicamente su respeto hacia la reina. «Es una buena embajadora y todo un ejemplo, pues no toma partido en asuntos de política. Respeto a toda su familia y a la monarquía como institución, pero a ella más en particular», confesaba Andrew Labish, uno de los millones de ciudadanos que salieron a las calles de Londres a festejar el longevo reinado de la soberana británica.
Isabel II nació en la capital inglesa el 21 de abril de 1926 y subió al trono con 25 años el 6 de febrero de 1952, cuando murió su padre, Jorge VI. Pero no será hasta el 2 de junio de 1953 cuando fue coronada en la antigua abadía de Westminster. Hasta ahora, la reina Victoria había sido la única monarca británica que celebró un Jubileo de Diamantes, en 1897. Después de ella, Isabel II es la soberana que más tiempo ha ocupado el trono en el Reino Unido.
Unas 10.000 gargantas
entonaron «God save the Queen»,
que precedió a un magnífico castillo de fuegos artificiales.
Los festejos de su aniversario han marcado de lleno la actividad londinense. No era complicado encontrar a personas vestidas –algunas literalmente disfrazadas- de pies a cabeza de los colores patrios. Gafas, zapatillas, banderas a modo de capa, sombreros o paraguas. Cualquier objeto era susceptible de ser adornado para mostrar el orgullo de un país. Dorothy Lakin y Gail Molton, de Birmingham y Sheffield, respectivamente, viajaron a Londres con el único objetivo de festejar el Jubileo en honor a su reina. «Recuerdo su coronación… yo tenía diez años», comparte Dorothy en el puente de Westminster. «Isabel II estará en el trono hasta que muera», asegura convencida Gail. Las dos lucen diademas y gafas de sol patrióticas.
No muy lejos de allí, un grupo de españoles se muestra sorprendido por el fervor británico. «Esto no me lo imagino en España… Con tanta bandera, gente disfrazada… desde niños hasta ancianos… No tiene nada que ver con nuestro país», indica Luis.
Tributo a la música inglesa
Pero, sin duda, uno de los actos más esperados fue el espectacular concierto gratuito a los pies del Palacio de Buckingham el día 4 de junio. Robbie Williams hizo los honores de lo que se convirtió en un repaso de las seis últimas décadas de la música anglosajona. Elton John, Kylie Minogue, Stevie Wonder, Shirley Basse o Madness fueron parte del plantel de artistas que subieron al escenario en homenaje a la reina. Paul MacCartney cerró el espectáculo que siguieron 10.000 afortunados en las inmediaciones del palacio, también a través de diversas pantallas gigantes.
Tras el tributo musical, Isabel II subió al escenario acompañada por su familia y depositó un diamante de cristal en un recipiente preparado para ello. Unas 10.000 gargantas entonaron «God save the Queen», que precedió a un magnífico castillo de fuegos artificiales que iluminaron el cielo londinense. La cadena de 4.000 antorchas encendidas en todo el mundo en honor a la reina dieron si cabe, mayor majestuosidad a unos días cargados de devoción, respeto y admiración a Isabel II.
El acto más institucional del Jubileo tuvo lugar el día 5 de junio en la catedral de St. Paul. El arzobispo Rowan Williams, de la iglesia anglicana, realizó un especial homenaje a la dedicación de la monarca al Reino Unido durante estos sesenta años. Al término, una procesión de carrozas reales con la soberana y su familia, recorrieron las calles de Londres hasta llegar al Palacio de Buckingham. Miles de personas acompañaron a pie el pasacalle hasta la residencia Real.
Era el broche de diamantes a las celebraciones en honor a Isabel II, quien en alguna ocasión no pudo disimular la emoción tras cuatro intensos días en los que millones de británicos se han ratificado en darlo todo por su reina.
El Spirit of Chartwell navegando por el Támesis ante miles de personas. La gente disfrutó durante el desfile naval, pese a al mal tiempo. En la imagen, ciudadanas británicas disfrazadas de reina. Robbie Williams durante el concierto gratuito a los pies del Palacio de Buckingham el día 4 de junio.