La última pintada de Banksy, situada en el distrito financiero de Canary Warf. Las aguas siguen revueltas y nada más lejos de que se calmen en un futuro próximo. Las agencias de rating norteamericanas no dejan títere con cabeza y puntúan las economías europeas a la baja en un maremágnum de triples B y dobles A mientras que igualan la cotización de la deuda española a la del bono basura, los mercados financieros dan la bienvenida y vitorean recortes sustanciales en los estados de bienestar de los ciudadanos, sucedió recientemente tras el anuncio de la subida de impuestos de Rajoy y sus recortes sociales, y los políticos de la Unión Europea se apoyan unos a otros para no caer en el saco de país «non grato».
La actual dictadura de los mercados ha llevado a muchos a preguntarse si el modelo capitalista, llamado democrático por algunos y últimamente depredador por otros, se está rompiendo y, como consecuencia, hay que empezar a buscar alternativas. ¿Es posible un capitalismo social?
Hace poco el catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Barcelona, Joan Subirats, publicaba en el diario El País un artículo titulado ¿Es aún posible la Europa social? En él resumía el pacto social al que llegó Europa en la década de los cuarenta por el que se protegía a los más débiles de la sociedad, y se preguntaba si era posible que Europa recupere su compromiso social en el contexto globalizado al que ha llegado. Parece evidente que la respuesta es no, al menos hoy por hoy, por lo mencionado anteriormente precisamente, porque la actual economía urge a los Estados a apretarse el cinturón recortando el gasto público en detrimento del bienestar alcanzado y, casi siempre, de los más débiles.
Además de la cuestión que se plantea Subirats en este artículo, surgen muchas preguntas acerca de cómo evolucionará la sociedad occidental cuando salga de esta crisis. ¿Será posible volver al capitalismo de antes?
El libre mercado evidencia ahora más que nunca sus defectos y pide a gritos una reforma o mejora y parece que esta idea empieza a calar hondo en la política, sobre todo en los partidos de corte social que hasta hace muy poco parecían haber abandonado esa visión del reparto igualitario. En un momento en que Europa ha girado a la derecha por motivos evidentes, parece que la izquierda no supo gestionar las dificultades de una forma eficiente, los políticos se replantan el modelo económico global.
El líder de la oposición británica, Ed Miliband, hablaba en su discurso de la conferencia del partido laborista en Liverpool de un capitalismo responsable, un tren al que se han subido también los liberal-democráticos de Clegg y el primer ministro británico David Cameron.
Miliband defiende un capitalismo donde se premie la responsabilidad y se produzca una prosperidad sostenible en el que el sistema funciona para la mayoría y no solo para unos pocos.
En España, los políticos del PSOE respondían algo parecido cuando se les preguntaba qué había fallado después de la debacle en las urnas del 20-N. En este caso, miraban hacía su partido y hacían una autocrítica desde el punto de vista del replanteamiento del modelo social, del reparto equitativo y justo, que el partido socialista debería defender.
Pero el capitalismo no está solo en los mercados financieros, ni en las cifras macroeconómicas de los ministerios y la contabilidad nacional, el capitalismo se ha trasladado a la sociedad en forma de falta de oportunidades a la vez que de un consumo compulsivo, tanto de bienes como de servicios.
Hace unas semanas Canary Wharf, el centro financiero londinense, se despertaba con una nueva pintada del grafitero Banksy: «Lo sentimos. El estilo de vida que usted ha solicitado está agotado en estos momentos». En el original, «Sorry! The lifestyle you have ordered is currently out of stock». A esta nueva obra callejera sin mayores aderezos que el texto en sí mismo, le precedía otra del mismo artista en el distinguido barrio de Mayfair donde una joven caía al vacío con su carrito de la compra.
Según un estudio de la London School of Economics junto con el rotativo The Guardian sobre las revueltas en Reino Unido del pasado agosto y llamado Reading the riots, esta violencia callejera fue provocada en su mayor parte por ese desencanto político y social de no tener lo que uno cree que debería tener.
Las entrevistas realizadas a los implicados en los altercados reflejan un resentimiento contra la clase política que gira en torno a la injusticia, donde para unos es fundamentalmente una injusticia económica por la falta de poder adquisitivo y de oportunidades laborales mientras que otros nombran las injustas desigualdades sociales al compararse con otros estratos de la sociedad.
En España la desilusión y el descontento se han canalizado de una forma racional y pacífica con el 15-M, con propuestas y cambios dentro de un marco de diálogo con la clase política.
Ahora es responsabilidad de todos los políticos, independientemente del color de sus banderas, el retomar y devolver la ilusión y estabilidad a los ciudadanos y replantearse de verdad, una vez calmado el temporal, un modelo político, económico y social responsable con todos.