54 London Film Festival: dos semanas de alfombras rojas, proyecciones de media noche, buen cine (y no tan buen cine), carreras, tres entrevistas cada diez minutos y mucho agotamiento general. Pero, ¡qué demonios! Esto es cine; por si alguno todavía pensaba que tenía algo de glamoroso…
El 54 London Film Festival que daba comienzo el 13 de octubre, terminaba el jueves 28 con la proyección del filme de Danny Boyle, 127 Hours. El miércoles, tras la lujosa cena de los premios, se revelaban los ganadores de este año.
How I Ended This Summer de Alexei Popogrebsky, se llevaba el premio grande a la mejor película. The Arbor (Clio Barnard) era galardonada con el premio al mejor artista británico nuevo, quien también se adjudicó el Sutherland al largometraje más original. Don’t Be Affraid, Bi! (Phan Dang Di’s), Leap Year (Michael Rowe’s) y Armadillo (Janus Metz) ganaron otros premios y menciones especiales, mientras que 127 Hours era la merecedora del «BFI Fellowship», el honor más alto que otorga el British Film Institute. Casi 200 largometrajes y 112 cortos han sido proyectados este año.
El festival en números
Este año el festival albergó 201 largometrajes y 112 cortos de 68 países, incluyendo 11 estrenos mundiales. Hubo 530 proyecciones y 629 directores invitados, incluyendo 346 que viven en el Reino Unido y 283 de fuera. Con 990 delegados de la industria acreditados, el festival sobrepasó los números y reportes de años pasados. 2010 trajo la audiencia más alta que nunca ha visto el festival, con 132.000 asistentes, comparado a los 130.000 de 2009.
El festival en letras. En la letra ñ
El festival trajo este año un buen bagaje de cine español y latinoamericano; pero, aparte de Biutiful, Abel y el resto de las más conocidas producciones, el 54 London Film Festival ha sido uno de buenas sorpresas – de pequeñas sorpresas -y nos ha dado unas cuantas lecciones de buen cine. Uno de estos descubrimientos fue Elisa K de Judith Colell y Jordi Cadena durante la primera semana.
Influencia de pintores y cine nórdicos mezclados con sangre latina, el encanto de Elisa K recae en el uso fascinante de la imagen y su capacidad expresiva. Una cinta llena de detalles y mensajes entre líneas para los buenos lectores. Aún así, esa carga simbólica no se desborda hacia lo absurdo y prepotente de las películas que quieren decir mucho, muy abstracto y que no dicen nada. Para muestra, la brillante respuesta del guionista, Jordi Cadena, cuando se le preguntó por el significado de las lágrimas de la madre: «Quieren decir que está triste.» Y punto. Una película dura de mirar por el contenido (el abuso infantil), pero curiosamente fácil de ver gracias a la impecable narrativa de estos dos directores catalanes.
Tomaba el relevo, una semana después, Agua fría de mar de la costarricense Paz Fábrega. Una cinta que se comporta como una pintura en movimiento y que nos trae la historia de cuando Mariana (Lil Quesada) conoce a Karina, una niña pequeña medio salvaje que le provoca una regresión hacia su propio y remoto mundo interior donde tendrá que perseguir y confrontar a su niña interna. Cuando nuestra heroína vuelve de su viaje (curiosamente y, probablemente no por casualidad, en la noche de año nuevo), Mariana ha resuelto su propio misterio y cierra las ventanas del pasado, desenvuelta. Una historia tan sencilla y tan bien contada a través de una imagen y un sonido impactantes.
Paz Fábrega ha dado con esta película un paso de gigante dentro del cine de autor: el cine bueno se puede hacer, cueste lo que cueste. Costa Rica es un país sin industria del cine; la mayoría de las producciones que llegan a las escasas pantallas costarriqueñas, son exclusivamente americanas. Tener la oportunidad de ver una cinta europea o, peor aún, antigua es «absolutamente imposible», como la misma Fábrega denunció. Después de estudiar en la London Film School, la costarricense volvió a su país donde se puso cara a cara como directora, en 35mm, con un equipo de grabación de publicidad.
Volviendo atrás en el tiempo nos plantamos en la noche del 13 de octubre. Ese primer día de festival, el director Ken Loach nos había propuesto a todos aquella singular cuestión para rumiar y elaborar la respuesta en estas dos semanas. ¿La recuerdan? «La pregunta que deberíamos tratar de contestar es cómo hemos protegido y nutrido y desarrollado este medio [el cine], este abanico de posibilidades, este grandioso, excitante y complejo medio […] cómo lo hemos cuidado». Bueno, señor Loach y público del festival, si sostenemos entre las manos este racimo de producciones valerosas, creo que le puedo decir algo sin mucho titubear: Agua fría de mar, Elisa K, Circo, los cortos mexicanos de Revolución, por mencionar sólo algunos, han hablado por sí solos acerca de lo que un equipo de creativos puede conseguir cuando, con la correcta dosis de espíritu y dirección, ponen las cabezas juntas a trabajar. Una vez más, Voilá.