El desempleo, los recortes, la calificación a la baja de la deuda, la ausencia de crédito y hasta el encarecimiento de la vivienda. En el último lustro, ciudadanos, políticos y empresarios han hablado de todos estos problemas, que desde la ya pasada recesión se han alternado de forma periódica. Sin embargo, en esta lista siempre se ha obviado un problema, algo que los economistas siempre han señalado pero cuya importancia, a corto plazo, resulta imperceptible: la productividad.
Recientemente se hizo público que Gran Bretaña había recuperado el nivel de renta que tenía antes de la explosión de la burbuja crediticia. Si bien el producto interior bruto ha vuelto al nivel de 2008, no lo han hecho los estándares de vida. La recuperación está resultando decepcionante, pues a pesar de que se prevé un crecimiento que rondará el 3% este año, el crecimiento de los salarios, por ejemplo, alcanzará a duras penas el 1%. Y en una parte importante se podría justificar en el pírrico crecimiento de la productividad.
La baja productividad, un problema global
Este no es un acontecimiento particular del Reino Unido. Toda Europa, así como Estados Unidos y de forma muy acentuada Japón, han visto un crecimiento muy ralentizado de esta variable en los últimos años. En el caso del país norteamericano, el aumento de la productividad entre 1950 y 1970 fue de un 2.5% anual. Desde ese momento y hasta el año 2000, ésta se redujo a un 1.5%. La irrupción de las nuevas tecnologías logró aumentarla hasta el 2% hasta el inicio de la crisis subprime, que desde entonces se ha situado en un 1.1%. Tanto Japón como Europa vieron aumentos espectaculares de la productividad hasta pasada la década de los 70. Tras ello, ésta se ha ralentizado y pese a los diferencias entre países ésta registra aumentos similares a Estados Unidos. Incluso otros países como China o India, economías emergentes, alternan períodos de gran crecimiento con otros de estancamiento. En el caso particular de Gran Bretaña y España, el crecimiento de ésta entre la década de los 80 e inicios del 2000 fue más que aceptable. Sin embargo, ambos países ocupan los puestos de cola entre los países desarrollados en cuanto al crecimiento de dicha variable tras el inicio del siglo hasta la actualidad.
¿Cuáles son los motivos del parón en el crecimiento de la productividad? Es un problema complejo, y ni siquiera hay un consenso al respecto. La derecha acusa a un exceso de regulación y muy pocos incentivos para los emprendedores, restricciones en el comercio que impiden la libre circulación de bienes además de una creciente presión fiscal. La izquierda, al reducido gasto en inversión y desarrollo así como en infraestructuras, y por otro a un planteamiento incorrecto del modelo educativo. Ambos puntos de vista resultan correctos, pero además no debe obviarse los factores estructurales. El incremento de la productividad en un proceso de producción es mucho más fácil de implementar que en cualquier profesión del sector servicios. Desde los 70 la mayoría de países occidentales se han desindustrializado, evolucionando de economías secundarias a terciarias.
El gran reto consiste en obviar planteamientos parciales. Las nuevas tecnologías pueden ayudar a hacer crecer la productividad en trabajos del ámbito sanitario o cuidado de ancianos, en turismo y también en el sector legal y financiero, aquellos sectores que tanto en España como en el Reino Unido se espera que empujen de la economía. A corto plazo la productividad no significa casi nada, a largo plazo es casi todo. Sólo incidiendo en ella se puede acabar con el estancamiento de salarios, el crecimiento de la deuda o el futuro problema de un sostenible sistema de pensiones.