El miércoles 16 de enero empezó la terrible historia en la planta de gas de Tigantourine, en el sureste de Argel. Dos militantes abordaron dos autobuses que transportaban a los trabajadores de esta planta, dos empleados murieron en el asalto; uno de ellos de nacionalidad británica.
A partir de aquí todo ha sido un ir y venir de informaciones sobre los rehenes, los militantes y el ejército de Argel. No fue hasta el sábado, cuando los supervivientes del secuestro pudieron contar sus testimonios, cuando se conoció la verdadera crueldad del secuestro.
Alrededor de 40 militantes intervinieron en la toma armada de la planta donde había cerca de 800 empleados. Su razón era «defender la religión musulmana y acabar con los occidentales», por ello todos los musulmanes eran liberados y les hacían saber que «no tenían nada que temer». Sin embargo los trabajadores argelinos mostraron una gran valentía al no abandonar la planta y ayudar a sus compañeros extranjeros a huir del ataque, según explican los supervivientes.
Argel no entró en negociaciones en ningún momento pero sí ofreció a los militantes una huida al extranjero pero sin rehenes. Rechazada la oferta, el comando intentó salir el jueves con rehenes rodeados de explosivos a bordo de seis todoterrenos pero debido a la actuación militar se vieron obligados a regresar a la planta.
Después de dos días más donde el comando seguía dentro del recinto y la situación empeoraba por momentos por la filtración de que los secuestradores habían empezado a matar rehenes, el secuestro terminó cuando el ejército entró en la planta de gas el sábado. Las últimas informaciones hablan sobre 48 rehenes muertos, de los que seis eran británicos, y 32 militantes que fueron abatidos aunque la búsqueda continua ya que hay todavía un número elevado de desaparecidos.
Mojtar Belmojtar, el cabecilla de la operación, afirmó el sábado su intervención a través de la agencia de prensa mauritana ANI y anunció que «es el primero de una serie de ataques contra los cruzados» es decir, los occidentales.