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La Saatchi muestra la obra del artista español Xavier Mascaró

Cinco guardianes monumentales custodian estos días la entrada a la Saatchi Gallery que acoge la primera muestra individual del artista Xavier Mascaró (1965) en la capital británica. Nacido en París por circunstancias familiares, Mascaró completó en Barcelona su licenciatura de Bellas Artes en la especialidad de pintura, aunque pronto se decantó por la escultura, concretamente en hierro.

Más tarde también ha experimentado con distintos materiales que incluyen el cristal, la resina, el aluminio, la cerámica o la piedra. Sus trabajos han sido expuestos en ciudades como Los Ángeles, Nueva York, Dusseldorf, Madrid, México o Buenos Aires. Ha participado en ferias y bienales internacionales y sus piezas se encuentran ya en importantes museos y colecciones. Ahora por fin hace su entrada en el complicado mercado anglo, de la mano de una de sus más prestigiosas galerías.

La obra de Xavier Mascaró es una partitura de amplia lectura que representa un mundo a mitad de camino entre lo real y lo imaginario con referencias a la tradición clásica, las civilizaciones prehispánicas o las culturas asiáticas de las que se vale para reflexionar sobre del paso del tiempo, la permanencia o los  valores esenciales del ser humano.

Los Guardians (2010) que dan la bienvenida al visitante, compaginan la fortaleza del guerrero medieval con la serenidad del custodio babilónico, a modo de vigilante de los valores esenciales que permanecen pese al paso del tiempo, representado por el óxido del hierro.

En Departure (2009-2011), la imponente instalación que da nombre a la exposición, recrea la fascinación del artista por el simbolismo de los barcos – desde las naves funerarias egipcias que llevaban a los difuntos a su viaje eterno, al reciente éxodo de personas que huyen de la guerra, la privación y la pobreza en las regiones del sur. Junto a la magnitud de estos formatos conforman la muestra algunas miniaturas, barajadas igualmente con pericia por el artista que se enfrenta al reto de manejar distintas escalas, como en la pieza de cerámica y hierro Couple (2013), una pareja entrelazada que en el léxico simbólico del artista significa regeneración.

– Naces en Francia, estudias en España, vives en México por temporadas y trabajas a caballo entre Nueva York y Madrid. ¿Es necesario internacionalizarse para desarrollar un lenguaje global? 

La globalización de los lenguajes es una tendencia generalizada hoy en día que se debe a la enorme facilidad que hay para acceder a la información. Internet permite ver obras de artistas de cualquier sitio del mundo. Ya está en tu deseo cómo procesas toda esa información, en mi caso ha servido para reafirmar mis raíces culturales. En Nueva York, una ciudad donde confluye absolutamente todo, fue donde exploré mis raíces, la cultura mediterránea; pensar en lo que había pasado en el último medio siglo en España me reafirmó en la cultura de la cual provengo. Otra cuestión es la necesidad de moverse, aprendes mucho viviendo en otros lugares, te enriquece, percibes soluciones diferentes a los problemas cotidianos. La movilidad también es importante para estar en contacto con las tendencias o con los mercados.

– Hablando de mercados, tú que ya has obtenido el reconocimiento de otras mecas del arte contemporáneo, ¿qué crees que caracteriza al restrictivo mercado inglés?

Si hablamos de Londres, en muy pocos sitios se dan tantas escenas de manera simultánea, prestigiosas casas de subastas con obras de primer orden, propuestas de grandes muestras antológicas, instituciones, museos… no es una escena artística, es un ecosistema. Hay círculos más cerrados en función de los intereses económicos, como en todos los grandes mercados financieros. La oferta artística va unida a propuestas que tienen que ver con el ocio y esto genera una escena muy diversa que no se da en otros lugares.

– A pesar de que tu formación era pictórica, te decantas por la escultura, ¿qué motivó ese cambio?

En realidad decidí ser artista a los 13 años, cuando perdí a mi madre. Para mi aquello supuso una profunda crisis, con el paso del tiempo no podía recordar sus rasgos para dibujarla y sentí la sensación de que no quedarían huellas de su existencia. Me preocupaba que no quedaran rastros de la gente y yo quería dejar algo.  Más tarde me di cuenta que la escultura tiene una presencia más física, trae a la memoria una presencia más fuerte de lo que ya no está, a través del objeto puedo regenerar esa ausencia.

– Llama la atención tu versatilidad en los tamaños de tus piezas desde monumentales a otras que son casi miniaturas, ¿se debe esto a tu curiosidad por experimentar o forma parte del discurso que quieres transmitir?

Bueno, ambas tienen gran dificultad, primero me enfrenté a los grandes tamaños,  tenía necesidad de controlar cosas más grandes que yo. El formato pequeño es mucho más difícil, llevas al extremo el rendimiento de los materiales. A mí me gusta asociarlo con la actitud frente al espectador, las piezas grandes hablan a distancia, en voz alta, las pequeñas requieren la proximidad de la persona que las observa, no hace falta elevar el tono, hablan como en susurros.

– Tu obra se nutre de tradiciones de distintas culturas, ¿cómo se establecen estos puentes entre el pasado y el presente?

Forma parte de mi empeño por dejar un registro. Viendo obras de artistas lejanos en el tiempo puedo intuir sus pasiones, sus ansiedades o inquietudes, el artista deja un testimonio de su tiempo que queda reflejado a través de los siglos, evocando una realidad que ya no está, pero que no es tan lejana a nosotros. La parte esencial del ser humano no ha cambiado a lo largo de los siglos, nos siguen preocupando las mismas cosas, lo que cambia son los contextos, la ropa, el idioma… tengo la sensación de ser muy parecido a un guerrero medieval, un monje budista o a un ciudadano azteca, reinterpretamos continuamente todo lo que nos preocupa, da igual el tiempo en que nos haya tocado vivir.

En corto

Una ciudad para vivir

– Uf….no sé cuál escoger

– Una música para ver tu exposición

– El silencio

– Un lugar para instalar uno de tus guardianes

– En la luna

– ¿Puede el arte cambiar el mundo?

– Sí, lo cambia cada día

– Un consejo para un escultor joven que esté empezando

– Paciencia, mucha paciencia y… ánimo

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