Desde hace diez años acceder al centro de la capital británica no es sólo un ejercicio de paciencia y autocontrol. Un peaje urbano es una de las barreras a superar para llegar al bullicio londinense. Boris Johnson, alcalde de Londres, anunciaba esta semana un requisito más; un proyecto con el que pretende hacer de la ciudad inglesa «la primera zona de emisiones ultra bajas del mundo».
El objetivo de Johnson es claro, cree que este proyecto «va a ofrecer beneficios colosales en términos de calidad del aire». Sin embargo las dudas no han tardado en llegar, cómo por ejemplo la incógnita de cómo afectará esta medida a los coches particulares. Actualmente, Londres no aplica sobre coches y motocicletas el sistema europeo de permitir en ciertos lugares la circulación de los vehículos menos contaminantes, sí lo aplica en camiones, furgonetas, autocaravanas…
El nuevo plan quiere introducirse para el 2020 y se centra sobre todo en el transporte público. Donde para 2016 planea que circulen unos 1600 autobuses híbridos. Para los taxis se abre el interrogante sobre la posibilidad de que sólo puedan circulan por el centro los taxis con emisiones ceros. El problema es que no se comercializa con este tipo de coches y sustituir toda la flota de taxis londinenses para el 2020 es algo imposible de imaginar.
Algunas asociaciones ven la medida como una gran oportunidad para el medio ambiente, en cambio desde otras creen que podría ser una estrategia para eludir el cumplimiento de medidas menos globales pero más cercanas.