En el siglo XVII surgieron en el seno de la capital británica los clubes de caballeros, lugares exclusivos para hombres donde las carteras más boyantes de la economía británica se reunían para jugar y apostar dinero, actividad prohibida por aquel entonces en los establecimientos abiertos al público.
Los clubes privados empezaron su actividad en el West End de Londres, principalmente en las zonas de St. James y Westminster. Estos locales se empezaron a hacerse populares entre la clase media-alta de la sociedad ya en el siglo XIX, llegando incluso a contabilizarse hasta 100 de estos clubes solamente en la capital británica. Estos prestigiosos lugares de reunión pasaron a convertirse en los centros neurálgicos donde se gestaba buena parte de la actividad política de la época.
Londres fue la cuna de estos clubes para las altas esferas de la sociedad
La política era solamente uno de los temas sobre los que se debatía en los clubes de caballeros, pues algunos de estos locales surgieron ante el interés de la sociedad en temas como la literatura, el arte o el deporte. Los miembros hicieron de estos centros de reunión su segunda casa, lugares donde conversar, pasar el tiempo, jugar, apostar o incluso quedarse a pernoctar.
A finales del siglo XIX, como protesta por la prohibición del acceso a mujeres, surgieron algunos clubes exclusivamente femeninos. Ladies’ Institute o Ladies’ Atheneum fueron algunos de los más populares de la época. El paso del tiempo y el cambio de las tradiciones y costumbres de la sociedad británica hizo que estos locales para mujeres fueran cerrando progresivamente hasta día de hoy, donde solamente sobrevive en todo Reino Unido el The University Women’s Club londinense.
Los requisitos clasistas se suavizaron con el paso de los años
Al contrario que ocurrió con los clubes destinados solamente a mujeres, los locales para hombres sí han sobrevivido a lo largo de los años hasta llegar a nuestros días. Los requisitos clasistas y el hermetismo que existía al principio fue suavizándose en el transcurso del siglo XX. No fue hasta los años 50 cuando algunos clubes de caballeros empezaron a abrir sus puertas a personas que no eran miembros de los mismos.
Estos lugares para aristócratas y gente pudiente fueron perdiendo protagonismo entre la sociedad con el transcurso de los años. Este es uno de los motivos por el que algunos de ellos hicieron concesiones en lo relativo al género y permitieron la entrada a sus salones a mujeres, ya sea como invitadas o como miembros de pleno derecho.
A pesar de suavizarse las rígidas condiciones de pertenencia iniciales, el prestigio y el hermetismo de estos clubes privados siguen intactos en la actualidad. De hecho gran parte de la población ni siquiera son conscientes de su existencia.
La pertenencia a algunos de estos clubes sigue teniendo en pleno S. XXI bastantes restricciones. Normalmente, uno de los requisitos para ser miembro de estos exclusivos lugares es haber sido recomendado por un antiguo socio. Una vez recibido el visto bueno de la organización, los aspirantes a estos clubes deberán abonar unas cuotas anuales que, por norma general, no están al alcance de todos los bolsillos.