Los Vikingos vuelven a la carga. Series de televisión de audiencias respetables, predicciones sobre el fin del mundo, y ahora, una grandiosa exposición en el British Museum dan prueba de que sí, efectivamente, los Vikingos están de moda.
Están en la imaginería mundial, esos señores grandes como montañas, armados con hachas surcando los mares de media Europa y arrasando todo a su paso. Esto no es más que una imagen imprecisa y difuminada de lo que en realidad eran: comerciantes, viajeros incansables y pioneros en hacer relaciones exteriores e intercambio cultural. No siempre saqueaban, no siempre violaban y no siempre ganaban.
Partiendo de esta base, el British Museum nos enseña un poco de ésta cultura escandinava instalada entre los siglos VIII y XI y, sobre todo, arroja luz en el aspecto de intercambio cultural, de cómo influyeron en los ingleses, irlandeses y europeos en general de la época y viceversa. El nombre de la exposición, Vikings: life and legend, da una pista sobre qué directrices van a seguir. Para ella han colaborado los Museos Nacionales de Dinamarca y Berlín y, por supuesto, muchas de las piezas que se encuentran expuestas son locales, situadas normalmente dentro del Reino Unido e Irlanda.
La exposición es la primera que alberga la nueva construcción del Museo, bautizada como Sala Sainsbury y patrocinada por BP. Todo el espacio está decorado con paisajes escandinavos, textos de la época y una voz en off dando más información.
Ya en el recinto, se aprecia que la muestra está dividida en dos grandes salas. Por un lado, se representa la parte más costumbrista, con pequeños objetos de todo tipo, desde utensilios femeninos como peines y collares hasta cascos, armaduras, pulseras de guerra y una gran variedad de armas con figuras de Dioses o motivos rúnicos. También están expuestas muchas piezas con influencias del mundo árabe, celta o mediterráneo, que prueban el gran intercambio cultural que supusieron en la era medieval. Por otro lado, la sala que todo el mundo ansía ver, la del Drakar, sorprende pero quizás no de la manera que se esperaba. El «Roskilde 6» es un barco de guerra vikingo de 37 metros, el mayor jamás encontrado y traído desde Dinamarca, aunque in situ no son más que un par de tablas colocadas con efecto sobre una estructura moderna de metal. Todo para que los asistentes visualicen lo que pudo ser pero que, de hecho a día de hoy, no es.
Alrededor de él, exponen una serie de elementos para llegar a una conclusión acertada: los vikingos no siempre ganaban. Ejemplo de ello son una fosa común con varios esqueletos de guerreros jóvenes mutilados, caídos probablemente en una de esas miles batallas; o piedras y monolitos conmemorativos de ciudades vikingas con figuras claramente cristianas, todo ello para decir que la conquista vikinga no fue un mero saqueo, sino un intercambio cultural enriquecedor para toda Europa y el mundo conocido.
Dejando a un lado el mal sabor de boca que puede dejar el barco, la exposición en sí misma enseña a ver a los vikingos de un modo más histórico, real, amable y menos fantasioso. Aún quedan tres meses por delante para visitarla, ya que estará hasta el 22 de junio. Abren en el mismo horario que el resto del Museo y cuesta £16.50. En su web además anuncian varios eventos que celebraran en este tiempo con motivo de la exposición.