La angosta y poco iluminada entrada al recinto de la galería P3 Ambika, situada junto a la Universidad de Westminster en la céntrica calle londinense de Marylebone, contrastó de golpe con la luz que desprendían los miles de fluorescentes que se repartían por el techo de aquel inmenso recinto. Recinto de 14.000 metros cuadrados que en otros tiempos debió de albergar una fábrica, y que ahora aún preserva algo de ese aire industrial en forma de estructuras de acero o de entramado de tuberías descubiertas.
Desde la entrada, situada a cierta altura, se podían vislumbrar las decenas de stands que correspondían a cada artista. Nada más y nada menos que cerca de 100, seleccionados de entre más de 500 autores, dispuestos a sacar el máximo provecho de esta oportunidad y a ser los mejores comerciales y embajadores de sus creaciones. Y es que The Other Art Fair, que tuvo lugar desde el 22 hasta el 25 de noviembre, ha ofrecido la oportunidad, por un lado, de que los más apasionados del arte se acercaran hasta allí para observar de primera mano las obras, compartir sensaciones con los autores, y poder hacerse con alguna obra al precio original, que puede reducirse hasta la mitad si se compara con el precio establecido por una galería convencional. Por otro lado, los propios artistas pueden tener la suerte de encontrarse con «cazatalentos» interesados en apostar por sus obras, encargando la elaboración de más trabajos y permitiendo un seguimiento a su colección que de otra manera no se podría conseguir.
No se puede decir que la artista valenciana María Marí Murga no haya aprovechado dichas oportunidades. Durante los cuatro días en los que su colección ha estado expuesta en esta «feria» del arte, Marí ha vendido retratos, dibujos, litografías firmadas y ha recibido numerosos encargos para futuros proyectos. Por si fuera poco, el ministro consejero para asuntos culturales y científicos de la embajada de España en Londres, Fidel López Álvarez, también decidió acudir al evento y tal fue su reacción que ha planeado reunirse con la artista próximamente para hablar de «potenciales oportunidades». Los clientes de Marí han sido personas de procedencia tan diversa como Suecia, Canadá, India, Nigeria, Chile o Pakistán, entre muchos otros, mientras que la lista de contactos que están activamente interesados en seguir la obra de Marí asciende a más de 100 personas.
¿Qué es lo que tiene, pues, el trabajo de Marí para haber suscitado tanto éxito? Para comprender mejor la respuesta a esta pregunta, es preciso repasar la trayectoria de esta artista valenciana, cuya obra se ha paseado por galerías de Florencia, Madrid, Roma y Londres. Tras haber estudiado en la Escuela de Arte y Diseño «La Massana» de Barcelona, Marí se marchó hasta Florencia para especializarse en las técnicas pictóricas del Renacimiento. Su fascinación por el ser humano, y la posibilidad de investigar las profundidades del alma a través del rostro hizo que los retratos monopolizaran buena parte de su trabajo. No se trata, sin embargo, de una realidad humana, sino de un «idílico» y «onírico», «tranquilo» y «eterno» ideal de belleza en su forma pura, una realidad propia. «Mi trabajo es esencialmente humanista y esteta. Mi inspiración es la Belleza en todas sus formas: pura y sensual», explica Marí.
«Cuando un cuadro parece una foto, prefiero quedarme con la foto. Un cuadro tiene que tener el alma del artista creador»
Entre otros trabajos, que incluyen bodegones o incluso el diseño de un zapato de tacón, que forma parte de su colección Men at your feet y que estuvo expuesto en pleno centro de Madrid, se encuentra la colección de figuras Bacanal. Se trata de una serie dedicada a la «festividad del desnudo» hecha a base de carboncillo utilizando la técnica del sfumato y del chiaroscuro para alcanzar esa sensación de suavidad y de realismo que destila la obra de Marí. Buena parte de este proyecto dio comienzo en los clubs de striptease del barrio londinense del Soho, donde la valenciana observaba los cuerpos de los bailarines para luego desarrollarlos en su estudio de trabajo en Clerkenwell, inspirándose mientras escuchaba piezas «poderosas» de Beethoven o Wagner, o leyendo la ironía de Oscar Wilde. «Me atrae la idea de representar a un hombre como un objeto de deseo o admiración estética. Posar para un cuadro desnudo no es fácil. Por eso suelo encontrar mis modelos allí. Son profesionales que, además de tener un físico que de por sí es una obra de arte, tienen un gran dominio y conocimiento de él, y logran transmitir emociones a través del mismo», explica Marí.
Intentando describir el proceso de elaboración de una obra, Marí explica: «Mientras trabajo en mis dibujos, busco la precisión, como si fueran elaborados con los instrumentos más delicados y precisos. Sin embargo, son el resultado de una armoniosa relación entre ojo y mano, mano e instrumento, material y superficie, formando algo reconocible a base de un entramado de líneas: un cuerpo humano», cuenta Marí. Y es que para la artista valenciana, en Arte, la figura humana es el tema más complejo de representar, pero también el más bello de elaborar. Para ella, el cuerpo de un hombre posee «dramatismo» y «fuerza». «Su musculatura crea planos y un efecto más dramático; las articulaciones son más evidentes y el vello corporal crea texturas muy interesantes», argumenta Marí.
La artista describe su obra como «real» y «figurativa». «Mi obra no precisa de explicaciones. Cualquier persona es capaz de entenderla, sin necesidad de ser un ‘entendido'», explica. Pese a que muchos pueden opinar que su trabajo se asemeja en gran medida a una fotografía, Marí intenta refutarlo afirmando que lo que de lejos parece real, de cerca son pegotes de tiza y manchas de carboncillo. «Lo importante, para mí, no es la obra en sí, sino la idea que ella transmite. Cuando un cuadro parece una foto, prefiero quedarme con la foto. Un cuadro tiene que tener el alma del artista creador», concluye la artista valenciana.
María Marí Murga
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