Oculta en las largas sombras de los pilares, aguardé mientras oraban. Intenté imaginar la escena: por dónde podrían abandonar la iglesia, si lo harían juntos o por separado, cómo sería la luz en ese momento… Tras unos minutos de silencio, comenzaron a bajar los escalones del altar, pasando en procesión junto a mí, camino de la puerta. Las luces se apagaron; aún así continué presionando el disparador. En la sobrecogedora oscuridad, uno de los monjes se destacó del fantasmal grupo, se inclinó en mi dirección y susurró: «La fotógrafa secreta». Así comenzó mi experiencia con los monjes de la Orden Trapense.
La Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia es una orden católica contemplativa de monjes y monjas de clausura que evolucionó a partir de una sucesión de reformas destinadas a recuperar el genuino espíritu original de los Benedictinos. Movidos por el deseo de vivir una vida más sencilla, Roberto de Molesme, Alberic y Stephen Harding fundan la Abadía de Císter en 1098 (de cuyo nombre en latín proviene el término Cisterciense), con la intención manifiesta de restaurar el perfecto equilibrio entre oración, lectura meditativa de las Escrituras y trabajo manual establecido por la Regla de San Benito.
Bajo la abadía de San Bernardo de Claraval el impulso cisterciense se propagó, pero alcanzado el siglo XVII sus cualidades esenciales parecían haberse perdido nuevamente. La agitación espiritual de la Orden se vio severamente refrenada por Armand-Jean le Bouthillier de Rancé, abad del monasterio de la Trapa (de ahí la denominación de monjes Trapenses), que impuso austeras reformas centradas en la penitencia.
Hoy, sus descendientes espirituales suman casi cuatro mil monjes y monjas distribuidos por cuarenta y cuatro países. Hacen votos de estabilidad, conversión de costumbres, de fidelidad a la vida monacal y de obediencia, y viven en un ambiente de soledad, y silencio.
Movida por el interés por comprender el origen de la legendaria reputación de los Trapenses, quise desentrañar el misticismo que encierra la vida monástica, y desvelar la enigmática alteridad de los monjes.
Para mí fue un privilegio poder pasar un tiempo en estas comunidades, todavía más como mujer, y tal vez tenga ahora más preguntas que respuestas. Los tiempos que vivimos hacen que parezca aun más notable que alguien pueda renunciar a tanto e ingresar en un monasterio, absteniéndose de tantas opciones. Eso, sin embargo, constituiría una interpretación secular del fenómeno. Para quienes acuden a la llamada de la vida monacal, el máximo deseo es una dedicación plena a su fe. Esta decisión esconde secretos que desvelan poéticos misterios.
Más información:
White Monks: A Life in Shadows
Exhibición de fotografías tomadas en el Monasterio de La Oliva (Navarra), en el Monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos) y en la Abadía San Isidro de Dueñas in Palencia.
Del 13 de febrero al 9 de marzo de 2013
Holy Trinity Church
Sloane Square Londres SW1