La red de transportes en Londres puede presumir de un buen funcionamiento en las zonas más céntricas y alrededores. Sin embargo, en algunas áreas periféricas existen graves problemas de comunicación
Una de las primeras imágenes que nos viene a la cabeza al pensar en Londres es la del mítico autobús rojo de dos plantas, conocido como Imperial. Todo un símbolo de la ciudad, sin lugar a dudas, y el mejor aliado para claustrofóbicos. Su red de conexiones, con más de 15.000 paradas, nada tiene que envidiarle al metro, excepto cuando se dispone de poco tiempo, puesto que tiene que compartir su travesía con un sinfín de vehículos y aquí los atascos son el pan de cada día. Aun así, el sistema de autobuses puede presumir de un buen funcionamiento y organización. Las llegadas son frecuentes, las paradas continuadas y las estaciones cuentan con paneles informativos en los que el ciudadano puede ver el tiempo de espera. Hasta aquí todo perfecto, un mundo ideal sí, pero solo al alcance de los afortunados que viven en zona uno y en algunos casos en zona dos, porque a partir de aquí la realidad cambia.
No es necesario alejarse mucho de la City para comprobar que existen grandes problemas de comunicación en algunas zonas como Dulwich, un área del sur de Londres perteneciente al distrito de Southwark y parte de Lambeth, formada por East Dulwich, West Dulwich y Dulwich Village. Se trata de un área localizada a tan sólo 5 millas del centro de Londres, en zona dos, pero que no cuenta con servicio de metro, tan sólo dispone de trenes y autobuses. Por lo tanto, aunque desplazarse al centro desde allí sea relativamente fácil, hacerlo entre los distintos puntos de la propia zona o sus alrededores se convierte en toda una odisea. Solo existen dos autobuses para llegar a las estaciones ferroviarias y la frecuencia con que pasan es de unos veinte minutos. Además, en muchos casos, es necesario hacer transbordo para llegar a algún punto y los horarios entre los diferentes números son absolutamente descoordinados.
El mayor problema de áreas como Dulwich es que son zonas residenciales en las cuales los desplazamientos son continuos, tanto para trabajadores, que necesitan de transporte para llegar al centro, como para estudiantes. Por lo tanto, todos ellos coinciden en hora punta, ansiosos por llegar a tiempo a su destino, pues perder el autobús en este contexto supone una espera infinita y exige una buena dosis de buena suerte. Sí, buena suerte, porque en algunos casos el autobús se adelanta bastantes minutos de la hora prevista, con lo cual si no se llega a tiempo son veinte minutos más los que toca esperar. Veinte como mínimo, ya que normalmente esta agradable situación coincide con que el siguiente se retrasa. Pues bien, tras la espera, bajo lluvia, nieve o granizo, dos de cada tres veces el autobús decide saltarse la parada. A veces porque el conductor no aprecia que hay gente esperando, y que si esperan es porque necesitan llegar a alguna parte, o en ocasiones porque simplemente está demasiado lleno y no puede recoger más pasajeros. Estos autobuses no son los vertiginosos de dos plantas, sino que son de una sola y no demasiado grandes tampoco, por lo que en ocasiones se agradece incluso no conseguir cogerlo a tiempo si no se está preparado para compartir un espacio cual sardina enlatada o disfrutar de la estridente mezcla de músicas mañaneras de los adolescentes que se dirigen al instituto. Sin serlo estrictamente, se convierten en transportes escolares, ya que la mayoría de escuelas y colleges se encuentran en espacios abiertos alejados de las zonas de viviendas.
Londres es una ciudad donde reina el ir y venir, el ritmo de los pies caminando es siempre apresurado y es todo un reto poder andar en línea recta sin tener que esquivar a los que de frente vienen. Sin embargo, esta imagen es aceptable en el corazón de la ciudad, pero no debería serlo en las zonas más alejadas, puesto que es algo que puede evitarse por completo y que probablemente incluso aumentaría la calidad de vida de los ciudadanos, protegiéndolos del estrés matutino que luego tiene consecuencias a lo largo de toda la jornada.
El gobierno no cesa de llevar a cabo campañas para potenciar el uso del transporte público y combatir la polución y los atascos, y en efecto, parece conseguirlo, ya que la sociedad londinense es una de las más concienciadas en lo que a la importancia de este asunto se refiere. Sin embargo, ni los desorbitados precios de los bonos ni el sistema de comunicaciones fuera del núcleo ayudan a incrementar este buen hábito. Londres es una de las ciudades mejor educadas en la que la mayoría de la población conoce y practica la buena conducta, aunque hay que reconocer que esto no siempre se facilita, ni mucho menos se premia.