Tanguera el musical, que venía avalado por su éxito en ciudades como Buenos Aires y Tokio, ha estado en el teatro londinense del 3 al 22 de agosto
El musical Tanguera llegaba al Sadller’s Wells Theatre de Londres avalado por su éxito en ciudades como Nueva York, Berlín, Tokio y el mismísimo Buenos Aires, y no decepcionó. El show, que ha estado en el escenario del teatro londinense desde el 3 agosto hasta el 22 del mismo mes, contaba la historia de amor entre dos jóvenes, Giselle, una emigrante francesa que llega a Buenos Aires a principios del siglo XX, y Lorenzo, un trabajador del puerto de la ciudad. El amor a primera vista que surge entre la pareja nada más conocerse se ve pronto trastocado por un submundo de prostitución, alcohol y malas compañías. Lorenzo ha de luchar por el amor de la bella Giselle y dejar fuera de juego al villano Gaudencio.
Hasta aquí nada del otro mundo. Sin embargo, esta historia de encuentros, peleas, gángsters y madames, se presentaba envuelta en la sensualidad y desgarro del baile rioplatense, la sinfonía de los violines y la omnipresencia del bandoneón, mixtura que hacen del tango una danza que cuenta historias por sí sola. Porque Tanguera no sólo relataba una historia de amor que termina en tragedia. Tanguera desgranaba también la historia del tango propiamente dicho, que, como Giselle, llega a la capital argentina alrededor de 1900, cuando los inmigrantes empezaron a inundar el distrito de La Boca.
El musical comenzaba con una milonga, baile social que nace en la década de los años 40, seguida del tango nuevo de los 50 y del tango acrobático de los 80, donde la música del tango se fusiona con elementos del jazz y las coreografías se complican con giros y piruetas.
Diego Romay, escritor y productor de Tanguera, afirmaba que el espectáculo ha sido tan popular porque es diferente a los números de tango que ya existen. «Hay un montón de shows con tango como Tango Argentino o Forever Tango, pero son todos lo mismo (…). Yo quería dar a este espectáculo el formato de los musicales de Broadway y crear algo diferente», señalaba este porteño de 38 años.
Además, Romay destacaba que los bailarines de Tanguera llevan la tradición del tango en las venas y que han estado en los círculos «tangueros» durante mucho tiempo antes de comenzar esta aventura. Apuntaba también que la mayoría de ellos están en Tanguera desde sus comienzos, el año 2002, y que conocen a los personajes y los movimientos como la palma de su mano.
El equipo de Tanguera, con más de 30 bailarines, dirigido por Omar Pacheco y coreografiado por Mara Godoy, se lo pasó tan bien sobre las tablas, que consiguió que la hora y media sin descanso que duraba el espectáculo se convirtiera en escasos minutos, y lograba que el guión de este cuento de amor y matones fluyera a ritmo de milonga y cuerpos entrelazados.
A los protagonistas de Tanguera, interpretados por Leticia Fallacara y Esteban Domenichini (Giselle y Lorenzo) de 34 y 37 años respectivamente, les acompañaba la eternamente joven María Nieves, milonguera de interminables piernas, que ha sido durante décadas la cara visible del tango en Argentina. Como ha comentado la crítica británica, no se podía concebir la historia del tango sin esta bailarina de casi 72 años, por lo que Romay creó un papel en la obra específicamente para ella.
María Nieves, que forma parte de la troupe de Tanguera desde el principio junto a su pareja Junior Cervila, el malo de la historia, aseguraba que el tango, como Tanguera, es una cuestión de sentimiento. Esta pelirroja que nunca ha tomado clases de baile, contaba cómo la primera vez que bailó un tango, éste le recorrió todo el cuerpo, «pasando de la piel a la sangre y de la sangre al corazón». María Nieves aseguraba que este baile no requiere grandes habilidades acrobáticas, simplemente uno ha de dejarse llevar por el ritmo del corazón.
El equipo lo forman más de treinta bailarines, dirigidos por Omar Pacheco y coreografiados por Mora Godoy. Foto: Manuel NavarroAdemás de baile e interpretación, Tanguera también es canto. Marianella fue la melancólica voz que iba narrando puntualmente lo que sucedía en el escenario con su embaucador acento argentino (por cierto, con su correspondiente traducción en inglés en pequeñas pantallas situadas en los laterales del teatro).
En cuanto al lenguaje no hablado del tango, Romay aseguraba que esta danza tiene códigos tradicionales que nunca cambiarán: «El hombre invita a la mujer a bailar, la pareja se abraza y comparte una única emoción a través de sus movimientos». Este productor de televisión y radio en Argentina añadía que la vida moderna ha eliminado la intimidad entre los humanos y que, para los jóvenes, el tango es una forma de traer de vuelta ese viejo «way of life». De ahí, el éxito tan rotundo del musical y el auge de este baile al compás de cuatro tiempos.
Los orígenes de esta música y su baile, como muchas melodías y danzas en Sudamérica, se remontan a mediados del siglo de XIX y se sitúan en el continente africano, relacionándolo con el comercio de esclavos. Sin embargo, con el paso del tiempo, el tango ha ido adquiriendo elementos de bailes de distintas culturas de aquí y de allá, algunos tan cercanos a España como el mismo chotis madrileño, la copla o el tango andaluz.