Hace pocos días el ‘premier’ británico, David Cameron, aparecía en todas las portadas de la prensa mundial, aunque esta vez era protagonista de una anécdota que le podía haber salido muy cara. Cameron era noticia por haberse olvidado de su hija Nancy, de ocho años, en un pub. El matrimonio Cameron había pasado el domingo disfrutando con unos amigos de unas pintas de cerveza en el pub The Plough, cuando de vuelta a casa, se dieron cuenta de que faltaba la pequeña.
Al parecer, cuando la familia decidió dar por terminada la jornada, Nancy se fue al servicio sin avisar y – como el matrimonio viaja en coches separados por motivos de seguridad-, no se dieron cuenta de que faltaba la pequeña hasta que no llegaron a su casa en Chequers, la residencia de campo del primer ministro británico. Una llamada al pub bastó para que quince minutos después los Cameron volvieran a tener en casa a su hija mayor.
La publicación de este descuido ha despertado todo tipo de críticas hacia el ‘premier’ inglés y su tendencia al chillaxing. De acuerdo con la biografía Cameron: Practically a Conservative escrita por Francis Elliot y James Hanning, David Cameron se relaja en exceso los fines de semana: bebe de tres a cuatro vasos de vino en las comidas, se echa la siesta, juega al tenis contra una máquina llamada The Clegger y no perdona pasar los domingos en el pub.
Lo cierto es que, aunque sonado, el descuido de Cameron no es el único olvido en el mundo de la política. Como le ha pasado al ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, que recientemente perdió su iPad durante un viaje en AVE y su iPhone en una cadena de radio. Posteriormente recuperó ambos aparatos, pero algunas voces en el Congreso le han preguntado por estos descuidos, ya que la información que podrían contener ambos aparatos puede ser confidencial y peligrosa si cae en ciertas manos.
El caso es que en materia de olvidos no se libra ni la realeza, sino que se lo pregunten a la Princesa de Asturias, Letizia Ortiz, que pasó un mal rato en Perú, cuando se olvidaron de ella y nadie acudió a recibirla mientras el Príncipe Felipe pasaba revista a la Guardia de Honor. También gracias a un olvido pudimos saber que el politono del móvil del Rey Juan Carlos es la risa de un bebé. El monarca se olvidó de apagar el teléfono durante un acto oficial para recibir las cartas de credenciales de varios embajadores en el Palacio Real en enero de 2011. Tras escuchar su propio móvil, el Rey Juan Carlos se acercó al mueble donde había dejado el aparato y lo apagó entre risas mientras comentaba: «Un momento tengo un teléfono un tanto… Perdón».
Ni siquiera el presidente de EEUU está libre de descuidos. Barack Obama y su equipo celebraron el día del padre en el restaurante Kenny’s BBQ en Washington. Tras la cena todos los presentes se olvidaron de pagar la cuenta y salieron del restaurante sin abonar los 55,58 dólares de la factura. Horas más tarde, los colaboradores del presidente Obama se percataron del olvido y volvieron al local a pagar lo que se debía.
Más que un olvido a veces resulta ser una metedura de pata, pero parece que los políticos no aprenden y pocos se libran de que un micrófono abierto les saque los colores con comentarios fuera de tono o poco apropiados. Uno de los últimos en ser víctima de una de estas grabaciones fue el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, cuando en Bruselas comentó en petit comité que su futura reforma laboral le iba a costar una huelga general. Y no era la primera vez que el dirigente del Partido Popular era ‘pillado’ con un comentario poco apropiado, ya el 11 de octubre de 2008, en vísperas del día de la Fiesta Nacional, Rajoy se quejaba de tener que asistir al día siguiente al «coñazo del desfile».
Letizia Ortiz pasó un mal rato en Perú, cuando nadie acudió a recibirla mientras el Príncipe Felipe pasaba revista a la
Guardia de Honor
También de «coñazo» calificó el ex presidente José María Aznar su propio discurso en marzo de 2002. Aznar, entonces presidente del Gobierno y de la Unión Europea, espetó tras comentar las reformas aprobadas por la UE, «¡Vaya coñazo que he soltado!» y allí había un micrófono para recoger el comentario que apareció en toda la prensa.
Tampoco se libró de micrófonos indiscretos el ex presidente del Congreso de los Diputados, José Bono, quien en 2004 cuando era presidente de Castilla-La Mancha calificó de «gilipollas» al entonces primer ministro británico, Tony Blair. También Bono en 2008, comentaba en los pasillos de la cámara: «hay mucha santa y algún malo (…) y los del partido propio que son unos hijos de puta».
Por su parte, Zapatero sufrió el bochorno de ver publicadas palabras suyas pronunciadas, se supone, que en privado. Así, tras una entrevista en televisión con el periodista Iñaki Gabilondo, confesó que aunque las encuestas electorales le eran favorables, «lo que pasa es que nos conviene que haya tensión». También en 2005, el ex presidente apuntó a un asesor en la Cumbre Euromediterránea, que el acuerdo sobre terrorismo «hay que cerrarlo como sea».
Y así gracias a estos micrófonos indiscretos hemos conocido las verdaderas opiniones de nuestros políticos, desde «el hijo puta» de Aguirre, al «manda huevos» del entonces presidente del Congreso –hoy embajador español en Reino Unido-, Federico Trillo, que de otra manera nunca hubieran saltado a la luz. Quizá todas estas opiniones sirvan para hacernos una imagen más clara, o al menos más humana, de nuestros representantes públicos.