Un millón de discos vendidos en todo el mundo, un Premio Ondas, dos nominaciones en solitario a los Grammy latinos y reconocimientos allá por donde va. Carlos Núñez, armado «tan solo» de gaitas y flautas, ha traspasado todas las barreras demostrando que la música celta no se ciñe a un territorio en particular, sino que se expande tan rápido como el sonido mismo de una gaita. A lo largo de su extensa trayectoria musical, que comenzó cuando The Chieftains lo descubrieron cuando apenas contaba con 13 años, no solo ha compartido escenario, sino que también ha sabido fusionar su música con la de artistas de la talla de Bob Dylan, The Who, Lou Reed (entre otros muchos), cuyo resultado solo quedará grabado en la memoria de quienes lo hayan presenciado.
Por si estos logros supieran a poco, el artista gallego actuó delante de 2 millones de personas convocadas por el Papa con motivo del jubileo y participó también en la oscarizada Banda Sonora de la película de Alejandro Amenábar, Mar Adentro. Núñez aterrizará en Londres el próximo 1 de febrero para subirse al escenario del Queen Elizabeth Hall con los legendarios Philip Pocket y Musicians of the Globe.
El tour mundial en el que estás inmerso te ha llevado por Estados Unidos y ahora te llevará por Alemania, Suiza o Reino Unido, entre otros muchos sitios. Parece que tocas más fuera de casa que en tu propio país. ¿Por qué?
El mundo es muy grande. Afortunadamente, he ido construyendo un público internacional, por lo que, poco a poco vas sintiendo que estás en casa en todas partes. Tengo que decir, sin embargo, que estoy muy ilusionado por mis conciertos en Inglaterra. Hace ya 15 años que no hago ningún concierto allí. Suelo tocar a menudo por Escocia, en Glasgow… pero no en Inglaterra, por lo que estoy especialmente contento e ilusionado con este reencuentro.
Tu música tiene algo que cautiva a todo el mundo, sin importar el lugar o la procedencia. ¿Cuál es tu receta?
Seguramente, mi receta sea intentar ser lo más auténtico posible. Cuando uno empieza con la música tradicional, lo que menos busca es el éxito. El principal mensaje que me dieron mis maestros era que el objetivo debe ser conseguir que la música de transmisión oral, la música tradicional, o lo que viene a ser la tradición de un determinado lugar, no muera. Hay que hacer que el mayor número de gente posible lo escuche. El éxito, que la propia vida te da, sucedió posteriormente. No fue este el motor. No es como un Star Academy o ese tipo de proyectos en los que la gente, desde pequeña, busca el éxito. En la música tradicional, el primer código es ese: conseguir que se transmita la tradición. Ese ha sido el único secreto.
Tus trabajos han dado varias vueltas al mundo. ¿A qué público te diriges cuando compones? ¿Qué hueco pretendes cubrir?
Hay una cosa que me dijeron los Chieftains y que se me ha quedado grabada: «Carlos, no pienses en tu pequeño país. Piensa de manera global». Hay que pensar con una mentalidad amplia. Hay música, o géneros, que, bien es verdad, están bastante cuadriculados en países, como es el caso del «pop nacional». Curiosamente, cuando empecé a tocar música que nace de las raíces, lo que me fascinó fue el contacto internacional que tiene: el descubrir que esto no solo se circunscribe a un solo país, sino que es un lenguaje que nos une a muchos. Poco a poco lo que he hecho ha sido ir construyendo un mundo musical, cuyo inicio es la música de Galicia; después descubrí la música celta, que me llevó a un mundo atlántico, de Escocia, Irlanda. A través de la música celta descubrí la música española. Me preguntaron: «¿Por qué no tocas con flamenco?», así que me puse a tocar con guitarristas flamencos. Y de aquí a Latinoamérica, donde descubrimos que en esta zona hay mucha música celta debido a todo el contacto con España.
¿Cuál se podría decir que ha sido la evolución de la música celta?
La música celta de hoy es muy diferente a la música celta de los años 70 o de los 90. Hoy, por lo menos mi música celta incluye a Latinoamérica y todos esos países a los que les pasaba como a nosotros, que se encontraban un poco perdidos o ahogados dentro de un país más grande con una cultura tópica y típica. España, flamencos y toros; Argentina, tango; Brasil, samba y bossa nova. Lo que quiero hacer es ayudar a todos esos músicos de esos países a que descubran que, aparte de esa cultura oficial, hay muchas otras cosas que nos conectan a todos. Se podría definir la música que hago yo como «música extraoficial» de un país, la música que no existe porque no aparece en los mapas. Es parte de nuestro estilo: el misterio, lo que no se ve.
¿Es esto lo que pretendes «descubrir» con tu nuevo álbum Discover, que es un recorrido a toda tu trayectoria musical?
Este álbum lo hicimos pensando en la gira por Estados Unidos. Me pregunté qué disco podía sacar para que los estadounidenses que no conocían mi música pudieran entenderla. Me parece que todos mis discos anteriores eran parciales, porque cada uno iba dirigido a una conexión en especial. Por esta razón, decidimos hacer una especie de antología, pensando en la gente que no sabe nada de nosotros y que en un solo disco sea capaz de descubrir qué es el contacto de la música celta, cómo es el contacto de la música celta con las bandas sonoras, el rock, la música latinoamericana… A la gente le sorprenderá que haya unido la música celta con la música rock, por eso están Sinéad O’Connor, Los Lobos… Esa es la razón por la que lo hemos hecho de esta forma, para ayudar a la gente a descubrir nuestra música.
Se trata de un álbum, además, que ha recibido estupendas críticas en Estados Unidos, donde, por cierto, el gobernador del estado de Maryland, Martin O’Malley, mano derecha del presidente Barack Obama, lanzó un twitter mencionando lo recomendable que era. ¿Qué se siente?
Me pareció fascinante que por fin los irlandeses de EEUU sintieran algo con mi música. Es, digamos, la demostración de que O’Malley se ha dado cuenta de que la música celta del futuro es una música que une. Entonces, el hecho de que tuiteara sobre mí, o que me inviten a hacer un concierto durante el Saint Patricks Day en Dublín demuestra que hay un mundo ya reconocido que está uniendo estas dos culturas. Normalmente, siempre se piensa que España es el mundo latino, y España no es tanto el mundo latino, sino un puente entre el mundo latino y el mundo del norte, de la misma manera que somos Atlántico y Mediterráneo al mismo tiempo. El hecho de que O’Malley haya comprendido el mensaje del disco es fascinante, porque hace unos años los irlandeses de EEUU me veían más como un latino tocando la gaita. No comprendían que un español tocara la gaita. Era algo de otro planeta para ellos. Ahora están preparados. Los americanos ya entienden que hay un puente entre lo celtic y lo latin. Y los puentes, los druidas que sabemos hacer la melange, la pócima mágica, somos nosotros.
En 2011 sacaste a la luz Brasil somos nos (Brasil somos nosotros), un documental que narraba tu recorrido por Brasil en busca de tu bisabuelo. ¿Qué te llevo a esto?
El documental de Brasil llevaba siendo un sueño para mí desde hacía tiempo. Siempre me habían contado que mi bisabuelo había sido asesinado por otro músico, por culpa de los celos. Pero a la vez también pensaba que esto era un cuento, que él habría cambiado de nombre, de personalidad, y que se habría quedado en alguna parte de Brasil. Esto era lo que me decía mi intuición. Por otra parte, siempre he sentido mucha curiosidad por Brasil: todos los gallegos en general tenemos el sentimiento de que en Brasil hay algo nuestro. Así que quería descubrir qué. Por eso hicimos un disco y un documental. El resultado fue que encontré a mi bisabuelo. Efectivamente, cambió su nombre José Núñez por Jose Nunes, «abrasileirando» así su apellido. Su historia demuestra que, en una misma vida, puedes ser europeo y brasileño.
¿Qué queda de gallego en Brasil?
Brasil recibió a través de Portugal toda la cultura de Gallaecia, la Galicia antigua, llegada de Asturias, León, el norte de Portugal… Por esta razón, el primer instrumento que los primeros gallegos que viajan a Brasil se llevan es la gaita. Y con ella, todo el espíritu celta, que se escondió en el interior del país sudamericano. Los «finisterres» de Brasil no están en la costa; están en el interior. En la costa está lo más africano: la bossa nova, la samba… Mientras que en el interior se esconde toda la música medieval, la música que conecta más con el universo celta. Fue una maravilla, porque descubrí una música celta del futuro, que mezcla lo típicamente celta con la música de los africanos, su parte más rítmica, más novedosa e internacional.
Empezaste a tocar la gaita con ocho años, llevas vendidos hasta ahora cerca de un millón de discos y aún te sobra energía. ¿Qué te impulsa a seguir con tanta vitalidad?
Un sueño llama a otro sueño. En Estados Unidos una cosa en la que me insisten mucho es que mi música es capaz de unir a la gente. Es algo que yo creo que está en la personalidad de los españoles, siempre nos han gustado las mezclas. Lo primero que hacían los conquistadores al llegar a las Américas era casarse con los nativos y crear así nuevas familias. Nosotros somos maestros de la mezcla: la mezcla humana, musical. Esto se transforma en un gran poderío que llevamos allá donde nos desplazamos. Yo sé poner a tocar juntos a un mejicano, a un cubano, a un irlandés, a un argentino… Eso es lo que más podemos aportar al mundo: ayudar a la gente a encontrar el común denominador. Encontrar esos hilos mágicos que nos unen. La economía, el dinero, el poder… son cosas lícitas del ser humano, pero es cierto que tienden a constituir categorías. La música, en cambio, es una de las cosas más maravillosas que hay porque nos une y consigue esa armonía mas allá de la religión, la cultura, la lengua… Se trata de algo puro que va directo desde y hasta el alma. Es maravilloso. Ese es mi sueño, el ser un druida, un trovador del siglo XXI.
Y ahora la Vuelta Ciclista a España 2013 te ha elegido para hacer la sintonía de la carrera. Supongo que será una gran responsabilidad, ¿no es así?
Más que responsabilidad, es un gran honor. Pero he decidido hacerlo de una manera diferente, que va a ser invitando a la gente a participar. Partiendo de un beat, una base rítmica que hemos creado, la gente, desde cualquier lugar, podrá participar con nosotros, enviándonos vídeos o cortes musicales por Internet vídeos. Esto se llama crowd sourcing. La idea es que la gente participe sea cual sea su estilo de música. La gente lo ha recibido con mucha ilusión. Esto es lo propio en la música tradicional: no hay que ser profesional. Las cosas se pusieron tan profesionales en los últimos años que se convirtió carísimo grabar un disco, rodar una película…Ahora la tecnología nos ha permitido que cualquier persona pueda participar en ese proceso.
La revista Billboard te bautizó como «El Jimmy Hendrix de la gaita». ¿Qué siente uno cuando se le compara con uno de los mejores músicos de todos los tiempos?
Eso fue durante la gira de Estados Unidos. Fue básicamente por la forma que tengo de tocar la gaita: los movimientos que hago con el cuerpo, la forma de improvisar, los efectos que uso cuando toco cosas rápidas… Cuando echo mano del virtuosismo, de la rapidez, de la fuerza. Seguramente sea cierto que la gaita es la guitarra eléctrica de la Edad Media. La gaita tiene 1.000 años, es un instrumento con mucho volumen, muy poderoso. Es un instrumento maldito a veces, como la guitarra eléctrica, que ha padecido rechazos y fans al mismo tiempo. Me hizo muchísima gracia porque estábamos en Seattle, que es donde nació Hendrix. Seattle fue llamado en su tiempo Nueva Galicia, por ser el punto mas lejano al oeste de Estados Unidos y se dice que con el tiempo que hay, o eres pescador o músico. Lo cierto es que a mí me gusta tocar la gaita de esa forma. Estoy convencido de que hay un lenguaje común entre los dos instrumentos; de hecho, me ha encantado tocar con bandas de rock como The Who, es algo que funciona bien. La gaita, al fin y al cabo, es una guitarra eléctrica de 1.000 años.