Esther Martínez Sánchez, madrileña, con 34 años recién cumplidos, lleva siete años viviendo en Londres con su novio. Todavía no hay fecha de boda, aunque en su mano ya luce un anillo de compromiso que en absoluto le estorba para dibujar planos y más planos de instalaciones mecánicas en Hoare Lea, una de las empresas de consulting en ingeniería más antiguas del mundo y más importantes de Inglaterra.
Como millones de españoles, un día decides venir a Londres durante una temporada para aprender inglés y, unos días antes de volver a España, el destino cambia tu suerte.
La primera vez que viajé a Londres fue en el año 2000. Vine con una amiga. Nos quedaba sólo una asignatura para acabar Ingeniería Técnica Industrial en la Universidad Politécnica de Madrid. Debíamos esperar seis meses para hacer el último examen. Y teníamos dos opciones para cubrir ese paréntesis temporal: trabajar en Madrid o venir a Londres. La opción que elegimos nos trajo a vivir mil aventuras, trabajando en restaurantes, en pubs…cobrando propinas de hasta 20 pounds y sirviendo a clientes que tenían más dinero que seso, aunque muy divertidos. A menudo nos invitaban a alguna bebida y nosotras elegíamos las que estuvieran embotelladas para llevarlas a casa. Teníamos un almacén de Bacardi Breezer y cervezas que luego compartíamos con los amigos los fines de semana.
En los últimos veinte días de estar aquí conocí a mi novio y desde entonces iba y venía desde Madrid, hasta que dos años después, en 2003, tomé la decisión de instalarme en Londres definitivamente. El inglés no era un inconveniente para mí, siempre me han gustado los idiomas y mi nivel era bueno para empezar a trabajar donde fuera…
¿Y directamente buscas trabajo de ingeniero?
Estaba preocupada porque los estudios que había cursado como Ingeniero Técnico Industrial iban a quedar equiparados a la Formación Profesional debido al nacimiento del Plan. A pesar de mi inquietud, empecé a buscar trabajo de ingeniero y cuál fue mi sorpresa cuando en los announcements podía leer: «traigan sus herramientas para la entrevista, traigan también sus furgonetas…» No entendía nada. Hasta que supe que aquí llaman ingeniero al que pica las calles, al que pone una bombilla…
Así que decidí pedir ayuda en Conextions, una empresa donde asesoran a jóvenes a la hora de buscar trabajo, y me dieron la solución. Tenía que buscar head hunters, pero necesitaba también la homologación de mi título de Ingeniero en Inglaterra. Necesitaba estar cualificada por una Universidad londinense para acreditar la formación recibida en España. Finalmente decidí hacer un máster de Building Services Engineering en la London South Bank University, gracias a un crédito que me concedieron en España.
Enhorabuena! Porque apruebas el Máster «with distinción».
Sí, me dieron el premio dentro del departamento de energía al mejor estudiante del curso y al mejor proyecto de fin de Máster. No me lo podía creer, con lo dura que había sido la carrera en España! Aquí no te exigen ni mucho menos lo que nos exigen allí. En nuestro país estamos muchísimo mejor preparados, aunque la gente piense lo contrario.
¿Echas de menos España?
Sí, creo que a Londres le falta corazón. Aquí cada uno va a lo suyo, todo el mundo está concentrado en su propio objetivo, nunca miran a los lados. Yo vengo de una ciudad grande, pero si alguien te roza o te hace daño, te dicen «lo siento» porque lo sienten. Aquí antes de empujarte te dicen «sorry» y con eso ya está todo arreglado. Pero, sobre todo, echo en falta la luz, más que el sol. No hay claridad, hay esa nube constante. El tiempo va a acabar conmigo…
Cuando llegué a Londres, tenía la sensación de que los días eran más cortos. Vas a trabajar, vuelves, te haces la cena y no te queda tiempo para hacer nada más. Incluso cuando voy a quedar con amigos pienso que esta ciudad es como una máquina del tiempo, te absorbe, todo pasa muy rápido y si no tienes cuidado acabas sin saber qué has hecho con tu vida.
Y si pudieras manejar esa máquina del tiempo y dar marcha atrás, ¿repetirías esta experiencia?
Sinceramente, no lo sé. No habría conocido a mi novio ni a los amigos que tengo, pero también he de reconocer que Londres es muy duro, te desgasta día a día. Es posible que algún día vuelva a España donde me gustaría dedicarme a la docencia en una universidad española.
Dice Esther que ir al extranjero siempre te abre la mente, que es una experiencia muy positiva, independientemente de que sea buena o mala. Incluso, aunque lo único que aprendas sea a valorar lo que tienes en tu país, lo que dejas atrás…que no apreciamos hasta que nos falta. Viajar merece la pena, añade, pero que nadie piense que esto es la panacea porque es una ciudad muy dura donde, vivas los años que vivas, siempre serás un ciudadano de segunda clase porque tenemos todas las obligaciones que tiene un ingles, pero no, los mismos derechos.