Ya se puede acampar, protestar que todo va camino de seguir igual. Durante años, hemos observado sin demasiada rabia, como alcaldes y secretarios de ayuntamientos, y personas que rodean al escenario autonómico y municipal de cientos de pueblos y ciudades españoles, robaban y mentían para beneficio personal y el de sus amigos. Son notorios los casos de corrupción de algunos alcaldes que hace veinte años eran «don nadies» y hoy han conseguido hacerse un nombre (detestable) en el mundo de la política. Tras las recientes elecciones autonómicas y municipales, vemos como aquellos que gobernaron durante años en ayuntamientos y comunidades españolas, vuelven a ser reelegidos –aún estando imputados por mala gestión- y obteniendo incluso, en algunos casos, más votos que en anteriores elecciones. Cerca de cien candidatos que han vuelto a ganar las elecciones autonómicas y municipales, están involucrados en procesos de corrupción. Lo más grave de todo esto es que estos personajes insinúan que han sido los votantes los que les han lanzado de nuevo al poder, y que este refuerzo electoral serviría para «olvidar» los procesos en los que se encuentran inmersos. Es inaceptable que los recién elegidos quieran eludir esa responsabilidad, tomando como argumento que han sido los ciudadanos los que los han reelegido. Todos estos resultados no hacen más que generar incógnitas sobre la ética en la clase política, la situación económica y la salud de las propias instituciones y ayuntamientos. Al final, los corruptos se quedan sin castigo.