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Raimundo Puente: Un ejemplo a seguir

De naturaleza generosa que huye del materialismo y del poder, Raimundo Puente forma parte de los 14.000 misioneros españoles distribuidos alrededor del mundo. Él, eligió África.

Como si de un capricho del destino se tratase, recibió el nombre de Mundo, sin imaginarse que se convertiría en una de esas personas capaces de relegar a un segundo plano las preocupaciones mundanas y dedicar su vida a los desfavorecidos; a aquellos a los que les tocó nacer en el Tercer Mundo. Sus más de veinte años en Zambia le dieron una satisfacción plena que se refleja en su sonrisa cuando le preguntas por África. Al burgalés, los triunfos le iluminan la mirada, que se torna más dura cuando recuerda los momentos menos felices.

Para Raimundo Puente «fue una experiencia inolvidable», en un lugar donde al llegar no conocía ni el idioma por lo que «en los primeros meses los dediqué a aprender inglés, a asistir a clases de religión y de geografía de Zambia». Marista y misionero de vocación, Mundo tilda a la religión como uno de los aspectos más interesantes de la cultura zambiana. «Las iglesias están situadas todas en el mismo área con metros de distancia entre ellas. Si a uno no le gusta una iglesia se cambia a otra, un hecho que te hace entender a los demás», afirma.

Niños de la escuela en Zambia.Junto a otros como él, Raimundo puso en marcha una escuela católica «donde cualquiera es bienvenido sea cual sea la religión que profese», indica el misionero. Infraestructuras como carreteras y pozos y una clínica que fue relegada a una congregación de religiosas hace 20 años son otros de sus proyectos hechos realidad. Lo que para otros representa una vida muy austera, donde la pobreza es la triste protagonista, a este burgalés no parece afectarle y muestra la otra cara de la moneda. Según el misionero, la escasez de víveres y objetos materiales «se ve recompensada con creces con la riqueza de los corazones de los zambianos», sin duda, que conquistaron a este marista.

Puente reconoce haber pasado malos momentos «por supuesto», dice el misionero que recuerda que «antes de construir la clínica teníamos que transportar a los enfermos al hospital más cercano y a veces morían por el camino». Otras veces ocurrían buenos acontecimientos «y las mujeres daban a luz sin problemas antes de llegar a la clínica», dice el español»:

Al final de la entrevista Antonia Calleja, madre de este misionero, se acerca a nosotros y bromeando dice: «¡Pregúntale cuando vuelve a España!». Mundo sonríe amable y afirma que el día en que le toque regresar, volverá, pero no entra en sus planes a corto plazo. Su corazón tiene forma de África y su mente se encuentra en Zambia, donde continúa esa labor altruista que comenzó hace casi treinta años.

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