Parece que tímidamente el final del invierno se empieza a apreciar. El mismo frío, la misma lluvia, exactamente las mismas ganas de salir del trabajo e irte directamente al calor del hogar pero con una marcada diferencia: hacerlo con la luz del día (que no del sol).
Y es que no te voy a descubrir nada de la dureza del invierno que hemos vivido, pero sin embargo, sí que te puedo hablar de una banda perfecta para escuchar en esas tardes en las que las gotas de lluvia golpean tan fuerte tu ventana que parecen que van a romper el cristal.
Para esas noches en las que con escalofríos te metes a la cama, mientras fuera los árboles a duras penas consiguen mantenerse en pie.
La semana pasada, los islandeses Sigur Rós visitaron la ciudad, excelente motivo para redescubrir una de mis bandas favoritas y recordar su último álbum publicado a mediados del año pasado, Valtari (Parlophone, 2012).
Melancolía, frío, soledad, shoegaze en su vertiente más cruda, violines que te transportan a sus tierras polares, coros que te inundan de recuerdos y esa voz aguda que te encoge el corazón hasta hacerlo tan pequeño, que casi te sientes desaparecer.
Pero empecemos por echar un poco la vista atrás. Ni más ni menos que hasta 1999, cuando Sigur Rós se presentaba al mundo por medio de su segundo disco Ágætis byrjun (Smekkleysa Records, 1999). Estoy seguro que si escuchaste ese disco alguna vez te anonadó. Esa electrónica milimetrada, ese potencial sonoro cargado de incertidumbre, esas melodías que parecen venidas del más allá y cómo no: las canciones cantadas en la lengua islandesa y los constantes chillidos y ecos de «Svefn-g-englar» o «Staralfur», que sin comprender ni una palabra de lo que dicen, consiguen ponerte los sentimientos a flor de piel, algo al alcance de pocas bandas a día de hoy.
Otra razón más para redescubrir a Sigur Rós es una genialidad como () (Fat Cat Records, 2002), un álbum bipolar cantado por completo en un idioma inventado. Sí, has leído bien, inventado. Pues el bueno de Jonsi decidió que ya ni siquiera quería que los islandeses le entendiesen, que quería transmitir simplemente a través de sus sonidos y de la música de su voz. Así surgió el Vonlenska, utilizado poco a poco en sus orígenes y en todos los temas del tercer álbum de la banda. Un segundo motivo para que les des una oportunidad.
Saltaré hasta 2008 para darte el tercer motivo por el que tienes que tener a Sigur Rós entre tus bandas predilectas. Með suð í eyrum við spilum endalaust (EMI, 2008) enmudeció a todo el mundo y cambió las caras de circunstancia de todos sus fans por permanentes sonrisas de felicidad. Cierto es que Takk… (EMI, 2005) ya nos había dado algunas pistas de este cambio, pero ninguno podíamos imaginar que podrían hacer un disco que transmitiese tanta alegría. Ritmos acelerados, percusiones cargadas de melodías, vientos que aportan majestuosidad… La confirmación de que Sigur Rós es mucho más que una banda que sólo sabía transmitir tristeza, un puñetazo sobre la mesa de todos aquellos que les encasillaban y para mí, sin duda, uno de mis discos predilectos. Más pop, más costumbrista, un nuevo ejercicio de experimentación dentro de los cánones en los que se hace mi música favorita.
Por último, estimado lector, la más reciente razón de las muchas que te podría estar dando en este viernes triste y frío, perfecto para la buena escucha de Sigur Rós, es su último disco (Valtari), con el que empezaba a escribir. La vuelta a los orígenes en su versión más orquestada y subacuática. Ocho nuevos temas que suponen un perfecto estudio sobre la experimentación con los sonidos que evocan el fondo del mar y una razón más, el proyecto Valtari Mystery Film Experiment.
El mismo presupuesto para doce cineastas distintos y el objetivo de crear videoclips sin ningún tipo de limitación ni aceptación por parte de la banda. «Nunca quisimos que nuestra música viniese con una respuesta emocional preprogramada. No queremos decirle a nadie cómo se tiene que sentir, o qué tiene que coger de ellas. Con los videoclips, no tenemos ni idea de con qué direcciones van a venir. Ninguno sabe qué están haciendo los otros, así que esperemos que sea interesante«.
A lo largo de este tiempo ya se han ido publicado algunos. «Ég Anda», el primero y realizado por Ragnar Kjartansson, resulta tremendamente curioso y su estética es provocadora y atractiva. El segundo,«Varúð», de Inga Birgisdóttir, es sencillamente excepcional y refleja a la perfección lo que puede transmitir la canción.
Sí, estoy seguro de que sí. Creo que con todos estos motivos y alguno más que tú mismo descubrirás al escucharlos, vas a tener más que suficientes para darles una oportunidad a Sigur Rós. Yo, mientras tanto, me seguiré redimiendo de mis pecados por no haber comprado entradas a tiempo para verles y seguiré esperando ese momento en el que, por primera vez, me pueda poner en frente de un escenario absorto por los sonidos de Jonsi, Georg, Kjartan y Orri.