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Reino Unido, un país consternado

Un policía entrega unas flores en el lugar del asesinato del joven Rigby.El horror volvió a las calles de Londres el pasado 22 de mayo cuando dos jóvenes británicos de origen nigeriano atropellaron y mataron con un machete al soldado Lee Rigby, fuera de servicio y también británico, cuando paseaba por la calles de Woolwich, sureste de Londres, alrededor de las doce del mediodía.

El asesinato ha sido clasificado por las autoridades británicas y los medios de comunicación como terrorismo islámico tras comprobar las declaraciones que uno de los asesinos, todavía con el cuchillo en la mano y las manos ensangrentadas, hace frente a la cámara de un transeúnte. Los responsables de este ataque se quedaron dando vueltas por el lugar de los hechos esperando a la policía. Podían haber huido pero no lo hicieron, estuvieron deambulando alrededor del cadáver y cruzaron algunas palabras con algunos viandantes advirtiéndoles que no tocaran el cuerpo sin vida del soldado que yacía en el pavimento. Incluso la detención de ambos individuos por la Metropolitan Police también fue grabada por un videoaficionado.

Lo que ha sucedido es terrible, la familia del soldado Rigby, de 25 años, ofrecía el pasado viernes una rueda de prensa en la que el dolor de un padre, una madre y una viuda eran más que evidentes. Por su parte, las fuerzas de seguridad siguen investigando el brutal ataque y se sucede un continuo goteo de interrogatorios y detenciones de personas cercanas a los dos arrestados. La sociedad en general se pregunta si estamos ante una nueva forma de terrorismo o es un hecho aislado. De momento, en París se ha producido un ataque parecido, un soldado de uniforme que realizaba una patrulla antiterrorista en el barrio de La Defénse fue atacado por un individuo que le asestó un corte en el cuello y después se dio a la fuga.

Estos últimos acontecimientos no solo han provocado consternación, también han encendido la mecha del radicalismo xenófobo. La línea telefónica de la organización Faith Matters que presta ayuda en casos de acoso por motivos religiosos y étnicos, recibió en tres días más de 160 llamadas cuando normalmente atiende alrededor de seis diarias, y se registraron dos ataques a mezquitas en los condados de Essex y Kent en la misma tarde del, todavía inexplicable, ataque de Wolwich.

Y es que la muerte de un soldado inocente ha generado terror pero también odio. Miembros de la English Defese League (Liga de Defensa Inglesa), un grupo de extrema derecha que se opone a la divulgación del Islam, se concentraron en Woolwich la noche del atentado y su líder, Tommy Robinson, pedía una reacción por parte de la Policía y del Gobierno ante lo ocurrido para que de una vez se comprendiera que la muerte del Rigby «es Islam» y añadía que el Islam no es una religión de paz como se enseña se las escuelas.

De nuevo planea sobre el Reino Unido la sensación de tener al enemigo en casa. Tres de los cuatro terroristas suicidas de los atentados del 7 de julio de 2005 también eran británicos, musulmanes de origen paquistaní, y estos días más que nunca se recuerdan unas declaraciones de un político argelino a unos diplomáticos estadounidenses en las que ponía en tela de juicio la estrategia de Reino Unido de acoger exiliados de países islámicos puesto que antes de los atentados del 7/7 se pensaba que al tener al enemigo en casa se le podría controlar mejor.

David Cameron, primer ministro británico, en su discurso en el número 10 de Downing Street horas después del atentado, calificaba los hechos de «horrible asesinato» y aseguraba que Reino Unido no se rendirá. Cameron no olvidó tampoco un llamamiento a la calma y pidió que se apaciguaran los ánimos tratando de evitar toda animadversión hacia la comunidad musulmana. «La gente que hizo esto está intentado dividirnos. Pero lo único que conseguirán es que estemos más unidos», aclaró.

Ingrid Loyau-Kennett pasaba por allí en el momento del atentado y no dudó en conversar con uno de los terroristas para, asegura, evitar una masacre mayor. Uno de los atacantes explicó que había matado a Rigby porque está harto de ver morir a musulmanes a manos de soldados extranjeros. Loyau-Kennet contestó con la misma tranquilidad con la que se la ve en las imágines: «Vais a perder la guerra, porque estáis solos contra el resto de nosotros».

El gobierno británico busca nuevas medidas para atajar el terrorismo, entre ellas prohibir el proselitismo yihadista y vigilar muy de cerca los núcleos donde se recluta y entrena a posibles terroristas en suelo británico.

Líderes de la comunidad musulmana por su parte han condenado el ataque del pasado miércoles. Julie Siddiqi, directora ejecutiva de la Islamic Society of Britain (Sociedad Islámica de Gran Bretaña), muestra su horror ante lo ocurrido y condena los ataques, reprobación que ve como una obligación de los musulmanes ante lo ocurrido.

Mientras tanto, siguen amontonándose ramos de flores en el lugar donde falleció el tamborilero Rigby como prueba de apoyo a la familia de la víctima y rechazo ante lo ocurrido. Un grupo de musulmanes rezaba ayer mientras dejaban las flores como prueba de que, ante la adversidad, nada separará a la sociedad británica.

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