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Crítica de ‘Rock of Ages’: Tom Cruise y las piernas de Julianne Hough

El director y coreógrafo de la simpática Hairspray, Adam Shankman, vuelve con otro musical de marchamo nostálgico. Si aquel remake del film de John Waters navegaba por los «felices» años 60, Rock of Ages hace del rock melenudo un sayo, con algo más de sana obscenidad de la esperada en un blockbuster de estas características (aunque tampoco mucha). El porcentaje de disfrute del espectador estará muy condicionado por su afición a este tipo de música. Ciertamente, los amantes de las melodías más cañeras de los años 80, las luces de neón y los riffs de guitarra acompañados de chispas explosivas en un escenario tenemos mucho que llevarnos de esta enormemente entretenida, «if silly«, película.  1987, Sherrie (Julianne Hough) es una small town girl con aspiraciones artísticas y llena de sueños. En la ciudad de Los Ángeles conoce a un joven energético, Drew (el mexicano Diego Boneta), que trabaja en uno de los locales rockeros más famosos de la ciudad, ‘The Bourbon Room‘. El chico convence al dueño del garito, Dennis (Alec Baldwin), para que dé un empleo a su nueva amiga justo en los días previos a la actuación del mayor ídolo del rock: Stacee Jaxx (Tom Cruise).

Mientras que los dos adolescentes se dedican a las tareas propias del enamoramiento cinematográfico juvenil y efervescente (miradas cómplices y tímidas, horas mágicas bajo las estrellas, etc) Drew y su socio Lonny (Russel Brand) deben lidiar con Patricia Whitmore (Catherine Zeta-Jones), mujer del alcalde y contraria a cualquier música que no se corresponda con los valores cristianos y políticamente correctos.

El argumento de Rock of Ages no es precisamente una oda a la originalidad, e incluso llega a haber momentos de dudoso decoro que hasta pueden recordar a sub-productos de la calaña de Sufre Mamón (1987), de Manuel Summers, olvidada película del cine español hecha para el ‘lucimiento’ del grupo de pop Hombres G. El instante de la declaración de amor de Lonny a Drew debe estar por derecho propio entre las escenas más psicotrónicas (e incluso con un tenue carácter homófobo) de los últimos años en una película mainstream. Dicho esto, la obra de Shankman ofrece suficientes y satisfactorios minutos para considerarla un estupendo pasatiempo lleno de garra.

Un atractivo que deviene de una maravillosa colección de secuencias musicales –recomendable es verla en el cine con el sonido en todo su esplendor- que nos invita a tararear letras que han calado hondo en nuestras vidas. Temas clásicos de Scorpions, Bon Jovi, Whitesnakes sientan bien en pantalla grande, untados en imágenes cargadas de flashes. La enésima incursión del ‘Don´t Stop Believing‘ de Journey parecía obligatoria (¿es que no hay más canciones?), dejándola para el final en plan «cantemos todos juntos».

Antes de ese final, Rock of Ages, basada en el musical del mismo nombre estrenado en Broadway en 2008, y que se puede ver en Londres desde el año pasado, peca de algo que ocurre habitualmente en estos shows: un segundo acto más aburrido, dejando además las mejores canciones para la primera hora. Todo el que haya visto Wicked o incluso We Will Rock You (otra apología del «rock forever») en el West End sabrá de lo que hablo.

Otro de los deliciosos platos de Rock of Ages es el gran casting con el que cuenta, a pesar de que no todas las estrellas podrían ganarse la misma nota. Julianne Hough lo borda en su papel de niña dulce, encantadora, y por derecho propio candidata al número uno en el ranking de mejores piernas; Catherine Zeta-Jones empieza sobreactuando pero progresa favorablemente; y Paul Giamatti, en el rol de manager de Stacee Jaxx, utiliza sus ya clásicos aspavientos cuando deben ser usados.

Aunque es Tom Cruise el que roba el show, creando un personaje cómico tan memorable como el que hizo en la también célebre Tropic Thunder. Justin Theroux, guionista de aquella y Rock of Ages, puede sentirse orgulloso de haberle dado al actor de Nacido el 4 de julio dos hilarantes y singulares tíos para que el miembro de honor de la Iglesia de la Cienciología los moldee ofreciendo lo mejor de sí. Y es que Cruise es Jaxx, de la misma forma que no podriamos imaginar a un Vito Corleone sin Marlon Brando. Tanto gancho tiene cuando canta (especial atención merece el número ‘Wanted Dead or Alive‘) como en sus peroratas a la reportera del Rolling Stones (Malin Akerman) o a Drew. Todo un tour de force electrizante y que encaja perfectamente con esta película apasionada y destinada al corazón…del rockero, claro.

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