SaudadeLa palabra ‘Saudade’ significa nostalgia, añoranza. is a Portuguese word which meaning is to miss a lot something. A few days ago I received a parcel from my house with a lot of things: food, magazines, clothes and some medicines (this is important). I have reminded the Spain’s smell and taste, the Santaella’s taste and smell. And I have felt a strong homesickness, a lot of ‘saudade’ (I’m going to my country in a week but I can’t go to my village…).
Hace poco aprendí esta palabra portuguesa gracias al departamento de Brasil que trabaja con nosotros. Y para mi asombro acabo de descubrir que saudade es una palabra admitida en español (la recoge la RAE). Y precisamente saudade (un sentimiento más fuerte que la nostalgia o la añoranza, quizá algo así como la morriña gallega) es lo que me provocado el paquete que recibí hace unos días. Entre gran cantidad de comida (jamón, queso, chorizo, magdalenas…) y medicinas (de vital importancia esto) había un ejemplar del libro de la feria de mi pueblo, una revista que se publica anualmente coincidiendo con las fiestas de Santaella. Las fotos de amigos, conocidos y paisanos han abierto la caja de los recuerdos y ha aflorado la saudade. Además, estos días he recibido muchas felicitaciones (a través de las redes sociales o las que le han hecho llegar a mi familia) por un artículo que escribí para esta revista. Es una carta que habla de la emigración y que quiero reproducir aquí íntegramente:
Emigrar
Londres, 17 de julio de 2012
Querida España:
No sé muy bien ni cómo comenzar esta carta. Son tantas las cosas que quiero decirte, son tantos los pensamientos que me rondan la cabeza, que se me amontonan las ideas y no sé por dónde empezar. Emigrar no es fácil. Dejar tu país, tu gente, tus costumbres y tu forma de vida por comenzar una aventura nueva en lugar que no es el tuyo, hablando una lengua que no es la tuya y viviendo de una forma distinta a la tuya es siempre difícil. Pero cuando la necesidad aprieta hay que buscar una salida. Y hoy, tristemente, el exilio es el camino que toman muchos españoles (jóvenes sobre todo) para combatir este «holocausto generacional» (Anguita dixit) que sufre España.
Querida España, sé que muchos dirán que ahora es el momento de arrimar el hombro para ayudar a levantar este país. Es fácil decirlo, pero son tantas las veces que he intentado arrimar el hombro y tú me has vuelto la espalda, que no quiero que me dejes caer de nuevo. Yo no trato de huir, trato de avanzar, de mirar hacia delante, de prosperar y mejorar día a día. No es fácil pasarse más de media vida estudiando para que luego no se te abra ni una sola puerta. Por eso a veces hay que llamar a la puerta del vecino para que te dé cobijo. Llámese este vecino Reino Unido, Francia, Alemania… Antaño fueron nuestros padres o nuestros abuelos (o tú mismo que estás leyendo esto), hoy somos los hijos o nietos de aquellos los que cogemos la maleta en busca de un futuro que España nos niega, porque este país se ha convertido en un cementerio para la juventud. Antes se emigraba para huir de la miseria provocada por la dictadura franquista, ahora se emigra para huir de la miseria provocada por la dictadura financiera. Antaño se viajaba con una maleta de cuadros cargada de ilusiones y poco más, hogaño se viaja con un bagaje de varias carreras y algún que otro máster. Hemos cambiado el largo viaje en un tren de tercera por el rápido e incómodo avión ‘low cost’, la comunicación por carta por la videoconferencia, el «escribe pronto» por el «mándame un wasap». Pero hay algo que apenas ha cambiado, el panorama tan desolador que ofrece un país que no aprende de sus errores.
Querida Andalucía, qué te voy a decir a ti que no sepas ya. Que echo de menos tus calles, tu ambiente, tus costumbres, tu forma de vida, tu gente, tus playas, tu sol… Porque en esta ciudad algún desalmado ha secuestrado el sol y yo sin sol no sé vivir. Muchas veces conozco a gente que me habla muy bien de ti y me preguntan qué hago aquí con lo bien que se vive en el sur. Lo que ellos no saben es que debajo de tu bonito vestido de lunares hay una vieja pobre y abandonada. La cenicienta de España. La que se ríe por no llorar.
Querida Santaella, a ti poco te puedo decir que no te haya dicho ya otras veces. Llevo media vida lejos de esta tierra, pero siempre vuelvo. Ya sea de visita o por un tiempo, trato de ir a verte cada vez que puedo. No sé si te visitaré en la feria, si iré allí de paso o para quedarme, porque cada día, a cada rato, me pregunto si es el momento de volverme ya o quedarme más tiempo por aquí. Este año he echado mucho de menos tu semana santa. Tanto, que intenté sacarme la espinita viendo la procesión del Viernes Santo por una cámara web. Fíjate si extraño todo eso que hasta me pegué el madrugón sólo para eso. Y hasta me emocioné y todo. «¡Menuda tontería!», pensarás, pero es que las cosas se aprecian más cuando estás lejos.
Querida España, querida Andalucía, querida Córdoba, querida Santaella… Son tantas las cosas que echo de menos y que me empujan a volver como las circunstancias que me retienen aquí. Londres es una ciudad gris, pero tiene algo que ahora mismo no tiene España, trabajo. Muchas veces me pregunto si los muchos españoles que estamos trabajando aquí en bares, hoteles, tiendas, restaurantes, cuidando niños, fregando platos, poniendo cafés o recogiendo mesas, no podríamos hacer lo mismo en nuestro país. Y siempre encuentro la misma respuesta: es más fácil y más útil encontrar un empleo aquí. Más fácil porque en España ahora no hay nada. Y más útil porque aquí estamos aprendiendo un idioma y mejorando nuestra formación (aún más si cabe). Es una inversión de futuro. Algo más que añadir a un currículum tan extenso como poco valorado. Es ir en busca de la oportunidad en vez de esperar a que la oportunidad venga a ti. Decía Honoré de Bahac que «la resignación es un suicidio cotidiano». Y en esas estamos, luchando y tratando de perseverar aunque haya que empezar desde abajo («step by step», que dicen por aquí). Según Woody Alien, «el noventa por ciento del éxito se basa simplemente en insistir». Quizá por eso, a día de hoy pienso en quedarme. Mañana, ya se verá…
¡¡¡Hasta pronto!!!