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¿Sería posible un Londres independiente?

Las consecuencias que está dejando el referéndum en torno al Brexit son tan imprevisibles como lo fueron los resultados de la misma votación. Nadie, en su sano juicio, podía creer que la mayoría democrática -aunque por escasa cantidad- iba a apoyar la salida.

Debido sobre todo a que los votos tuvieron una marcada tendencia geográfica, las zonas que se manifestaron a favor de la permanencia pronto levantaron la voz pidiendo desligarse de tan suicida determinación.

De entre todas, dos han sido las que con mayor afán han emprendido la búsqueda de alternativas: Escocia en su conjunto y la capital de Inglaterra, Londres.

#Londependence

¿Es concebible que Londres, sí, Londres (-como diría el bueno de Avi en Snatch, cerdos y diamantes-, pescado, patatas, tazas de té, mala comida, peor clima y la Mary Poppins de los cojones; LONDRES), quintaesencia de lo británico, deje de ser punta de lanza de todo ello y se erija como entidad aparte, como metrópolis independiente?

Aunque cueste vislumbrarlo, la iniciativa salió a la luz la misma mañana que los resultados electorales, cuando James O’Mailley, un redactor freelance, promovió a través de change.org una petición dirigida al alcalde Sadiq Khan para declarar la independencia de la capital y reingresar acto seguido por sí misma en la zona Euro. (La propuesta cuenta ya con 178.775 firmantes).

Motivos no le faltan a Londres para adoptar el status que poseen otros territorios como Singapur y Hong-Kong, pues, a la vista está -y dejando a un lado a otras grandes como Liverpool, Manchester o Cambridge-, piensa diferente al resto de sus ciudades compatriotas. Además, no admite comparación, ya que según las estimaciones más del 37% de la población londinense es inmigrante ni tan siquiera nacida en Reino Unido (y esto contabilizando solo a los registrados).

El económico también es otro aspecto importante, quizá el que más. Ninguna circunscripción necesita tanto de su apertura al mercado internacional como Londres, por ello la City fue uno de los principales adalides de la permanencia durante toda la campaña. Se desechó años atrás la adopción del euro como moneda para no perder la preponderancia que le concedía en ese momento la libra, y aunque esta medida pareciera a priori ir en la misma tendencia que la que se plantea ahora, es diametralmente opuesta, ya que aquí proseguían las puertas abiertas de cara a la inversión y al comercio. Ahora sería justo lo contrario. El referéndum no conduciría sino hacia un inexorable destierro en lo económico. Muestra de ello es que grandes multinacionales (por ejemplo, Vodafone) están valorando el traslado de sus sedes británicas de seguir adelante el proceso.

El caso escocés

«El Brexit hace inevitable la independencia de Escocia«. Estas fueron las palabras de Alex Salmond, ex-ministro principal del país. Sería, de celebrarse, el tercer referéndum en menos de cuatro años. En el primero, tenido lugar en 2014, los escoceses dijeron NO a la independencia con un 55,3% de los votos. En el segundo, el de este junio, el 62 % del país se manifestó a favor de la permanencia en Europa. ¿El resultado de todo ello? Vuelta al principio: Escocia quiere desligarse de nuevo de Reino Unido -aunque ahora medien otros motivos-. Este tercer referéndum, según los expertos, se prevé de aquí a dos años, para 2018.

Nicola Sturgeon, actual ministra principal escocesa, lo dejó claro tras conocer la victoria de la opción Brexit. Ha manifestado, además, que previamente el Parlamento de Escocia intentará vetar la salida de Europa. Acciones todas lógicas, pues si uno de los principales motivos para no independizarse en su día fue el seguir perteneciendo a Europa, con el cambio de escenario, totalmente lícito es que vuelva a ponerse la situación sobre la mesa. «¿Por qué habría de verse arrastrado el país fuera de la UE cuando mayoritariamente eligió quedarse?».

Nuestro presidente en funciones, don Mariano Rajoy, buscando perfeccionar aún más su ya depurada imagen allende los Pirineos, sentenció al ser preguntado por el tema que el reingreso en la comunidad de un territorio secesionado (en este caso británico) había de ser por encima de su cadáver. Y no porque el indiscutible -e incomprensible- favorito de nuestra democracia tenga una especial aversión a faldas de cuadros y estentóreas gaitas, sino por el precedente que esto podría asentar de cara a los autonombrados Països Catalans. Lo que le faltaba al pobre…

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