«Todo lo que rodea a ‘Diamond Flash’ son adornos que envuelven una película única ante la cual cualquier crítico se siente desarmado, sin argumentos ni referentes para articular un texto coherente, que le haga justicia a un film que no se parece a nada de lo que hayamos visto antes. Podemos elogiar el impecable trabajo de sus desconocidas actrices… Y deberíamos callar ante todo lo demás».
Este comentario, perteneciente a Gerard A. Cassadó en el blog de la redacción de Fotogramas y con respecto a la película española dirigida el año pasado por el debutante Carlos Vermut, podría fácilmente extrapolarse a la última ¿obra maestra? ¿tomadura de pelo? ¿nimiedad disfrazada de trascendencia? del realizador norteamericano Paul Thomas Anderson.
The Master (2012) nos invita a un viaje psicológico, «psicotrónico» a veces, nutriéndonos con un buen puñado de secuencias coherentes e inconexas al mismo tiempo. A pesar de que Anderson ha negado en varias ocasiones que su guión esté inspirado en el creador de la Cienciología, Ron Hubbard, lo cierto es que es inevitable encontrar ciertos paralelismos entre este y el personaje co-protagonista de The Master, al que da vida Philip Seymour Hoffman. Algo que, en cualquier caso, no es demasiado influyente a la hora de encontrar valores a la película.
Después de pertenecer a la marina USA en la Segunda Guerra Mundial, Freddie Quell (Joaquin Phoenix) debe encontrar su espacio en el mundo del ciudadano de a pie, encontrar un trabajo, su camino y el amor que dejó atrás cuando se alistó. La inestable personalidad de Quell, agresiva, impulsiva, inmadura y borracha, no le permite integrarse en la domada sociedad. Un día como cualquier otro, en el que deambula sin rumbo fijo, Freddie se oculta como polizonte en el barco donde viaja el científico Lancaster Dodd (Hoffman) que, junto a su esposa Peggy (Amy Adams), no guarda otra intención que adoctrinar al mundo con su particular dogma. Dodd verá en Quell a un ser fascinante, y aparte de profesarle un gran respeto lo utilizará para muchos de sus proyectos científicos y del estudio de la mente humana. Entre los dos hombres se irá formando una extraña relación de amistad, pero también de animadversión.
La enorme, enigmática atracción que estos dos personajes ejercen en el espectador (no en todos…se cuenta que mucha gente del público suele salir de la sala de proyección: no pasó en el cine donde fui) posibilita que la experiencia de ver The Master sea penetrante, intensa, y que no hace más que aumentar a medida que notamos que el director no tiene demasiado interés en sacarnos de dudas sobre decenas de misterios que inundan la película. Lo mejor de Michael Cimino, del cine americano de los años 70, planos arenosos, silencios que hablaban más que las palabras, cuando la historia era lo de menos, cuando se empezaba y se acababa casi donde mismo; ver por ver a nuestros semejantes en una pantalla, identificarnos o no con ellos, con sus acciones, y después sacar nuestras propias conclusiones, nada más y nada menos.
Paul Thomas Anderson multiplica por dos el larger than life de su anterior película, There Will Be Blood (2007), tanto en la forma como en el contenido abstracto, simbólico, decadente, inconcluso. Los que no quieran/puedan conformarse solo con Dodd y Quell (sería un pecado que a Phoenix no le dieran el Oscar), al menos tendrán otra oportunidad disfrutando de la apabullante fotografía y diseño de producción.
The Master está rodada además en 70mm para salas selectas (el que tenga suerte…), pero incluso algunas secuencias devienen pulcras y hermosas adaptadas a los cines normales: la parte final en la que los protagonistas se montan en moto en medio del desierto; Quell paseando por el puerto y entrando en el barco de Dodd por primera vez o el momento en el que a los dos los meten en la cárcel…donde se demuestra lo loco que está Joaquin Phoenix al llevar el método de Stanislavski a su más exagerado nivel.