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The Possession (El origen del mal): parecidos razonables

El origen del mal (2012) devuelve al cine mainstream de Hollywood al director danés Ole Bornedal, quince años después de su incursión en esta industria con La sombra de la noche, un thriller de excelente atmósfera protagonizado por Ewan McGregor. En esta ocasión, Bordenal sigue con su línea general y nos trae un pasable film sobre un demonio diabólico (o diablo demoniaco) que, ni mucho menos entrará entre lo mejor de la historia del cine.

Clyde (Jeffrey Dean Morgan) es un padre recientemente divorciado de Stephanie (Kyra Sedgwick), con la cual mantiene una relación amistosa en beneficio de sus dos hijas, la vegetariana Emily (Natasha Calis) y en-la-edad-del-pavo Hanna (Madison Davenport). Clyde se ha comprado una nueva casa, y parte de la decoración correrá a cargo de sus niñas.

Emily se encaprichará de algo en concreto una extraña caja con inscripciones hebreas y que esconde un malvado diablo en su interior. La niña será poseída poco a poco por el espíritu, de nombre Dybbuk, creando caos en la familia y poniendo en peligro a todo aquel que ose separar a la joven de su particular cofre.

El origen del mal, familiar re-bautizo en español del título en inglés The Possessión, no es una nueva vuelta de tuerca de las historias de «usufructos» demoníacos en los últimos años, es previsible en su mayor parte del metraje y cuenta con algunos momentos ridículos. Pero no engaña a nadie y entretiene gracias a una muy presentable factura técnica y unos estupendos y macabros efectos especiales.

Efectos especiales, eso sí, que se ocupan de lustrar (e ilustrar) secuencias que recuerdan a pequeños y grandes clásicos del J-Horror japonés, que además, muchos de ellos, han contado precisamente con remakes norteamericanos. Definitivamente parece que el terror asiático toca y acaricia la fibra del interés «yanki», sobre todo si las nuevas revisiones alcanzan un buen puesto en el Box Office. Títulos como La maldición, The Ring, Shutter, The Eye…un grupo en el que El origen del mal podría entrar sin problemas. Citando a Ignacio Pablo Rico, «películas conformadas por compactas set-pieces de carácter costumbrista y anodino, sacudidas por los signos inquietantes que preceden la inminente muerte de un personaje». The Possession no es ningún remake, sino que está basada en hechos reales, muy lejanamente, algo que no le impide seguir las constantes y los tópicos más incómodos de la factoría hollywoodiense (con especial atención al risible encuentro entre el protagonista y un grupo de rabinos; o el final, en otra especie de diabolus ex machina, tan habitual en este tipo de films), añadiendo además una cantidad considerable de agujeros en el guión.

A pesar de todo, Bordenal crea algunas atractivas set pieces que funcionan bien para que las novias se abracen a los novios en el cine: el momento en el que Emily se está mirando al espejo y le sale «algo» de la garganta, el repentino interés de ésta por la carne o la plaga de polillas en la nueva casa. Jeffrey Dean Morgan también ayuda bastante para que sintamos algo de interés por los protagonistas, mucho más que los extraños labios de Kyra Sedgwick.

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