Trafalgar Square es la plaza central de Londres. Sin embargo, su importancia no se reduce a su privilegiada situación geográfica, sino que, además, es lugar de conciertos, manifestaciones políticas, celebraciones navideñas, deportivas… Eso sin incluir a la marabunta turística que acude a ella con el objetivo de la foto con el Big Ben de fondo o que, aprovechando para tomarse un respiro de la National Gallery, se sienta en cualquiera de sus bancos para comerse el típico bocadillo (justificándose de este único modo las agobiantes bandadas de palomas que ni con medidas tomadas ex profeso se consiguen expulsar de allí).
La plaza de Trafalgar
Diseñada por el arquitecto John Nash alrededor de 1820, la mayor parte de su construcción en cambio la llevaría a cabo Charles Barry, finalizándola hacia 1845. En un principio, la gran explanada iba a llevar de nombre Guillermo IV, pero no gozando este monarca de demasiado respaldo popular (tanto era así, que la propuesta de colocar su estatua en uno de los cuatro plintos que a continuación pasaré a describir, no tardaría en desestimarse), se optó por bautizarla con el nombre de la batalla, de la victoria, a la que ya desde hacía unos años, por mandato de Jorge IV, se le venía buscando un lugar para conmemorarla.
Tres son los elementos fundamentales de la plaza: La columna de Nelson, los cuatro plintos y la National Gallery.
National Gallery
Principal museo de arte londinense, y, tras el Prado, pinacoteca más destacada de Europa, es célebre por albergar en su interior cerca de 2300 pinturas que recorren desde el siglo XIII al XVIII. Su edificio, al norte, preside la plaza. La entrada es gratuita, respetando su intención fundacional de acercar el Arte al pueblo.
Pese a que en un primer momento, por su tamaño, pueda desilusionar -si se procede a compararla con moles como el Louvre-, la calidad de sus obras hace que el juicio se relativice, encontrándose representados los más grandes autores de la pintura universal (desde Rembrandt a Van Gogh, de Caravaggio hasta Turner).
Paul Cézanne. Les Grandes Baigneuses (1900-1905)La columna de Nelson
21 de octubre de 1805. Se enfrenta Inglaterra contra el más poderoso ejército de todos cuantos en ese momento existen: el napoleónico. Como aliado de los franceses, España (conformando juntos una flota de 34 buques). Liderando la Armada Real Británica, el vicealmirante Horatio Nelson. Tras meses de escaramuzas, ambos se encuentran en las costas gaditanas, frente al Cabo de Trafalgar. Y lo que tuvo lugar durante ese día quedaría grabado a sangre y fuego -nunca mejor dicho- como una de las grandes batallas marítimas acaecidas en la Historia.
Nelson sería herido de muerte, convirtiéndose para la posteridad en el militar más laureado de Gran Bretaña. Muestra de ello, su estatua, eregida en pleno centro de la capital. En el pedestal de la misma se conmemoran sus cuatro grandes victorias: Cabo de San Vicente, Nilo, Copenhague y, finalmente, Trafalgar. Una columna de granito de casi 50 metros alza el conjunto, reposando a su pie cuatro leones de bronce (esculpidos, para mayor gloria, con el metal de los cañones del enemigo).
Los plintos de Trafalgar Square
En cada una de las esquinas de la plaza podemos apreciar como hay un plinto y, sobre ellos, su correspondiente estatua. Las dos más cercanas a la columna de Nelson son las de los generales Sir Charles James Napier y Sir Henry Havelock, mientras que la que antecede a la National Gallery por el lado izquierdo de su fachada es una escultura ecuestre del rey Jorge IV, en la que, apoyando sus cuatro patas el caballo, se nos indica que el monarca falleció por causas naturales (de poseer el caballo una pata delantera alzada, se interpretaría que el que cabalga pereció por heridas de una batalla; de poseer las dos al aire, habría muerto en combate).
El cuarto plinto
Vacío desde un primer momento por «problemas presupuestarios», el pedestal donde se iba a posar la estatua de Guillermo IV viene siendo ocupado desde 1999, fecha en la que el Ayuntamiento de Londres, a través de la iniciativa Fourth Plinth, invita a artistas contemporáneos para exponer su obra. Por el famoso plinto han pasado desde un gallo azul hasta la figura en cera de David Beckham cedida por el Madame Tussauds. Sin embargo, en los últimos años la crítica ha estado más presente, y lo estará también con la obra próxima, ya anunciada: Really Good de David Shrigley, un puño cerrado que, en señal de irónica aprobación, apunta hacia arriba su distorsionado dedo pulgar, alargándose este de un modo exagerado como se alargaba la nariz de Pinocchio cada vez que mentía.
El culmen, en cambio, opino que se halla con Gift Horse del alemán Hans Haacke, la actualmente expuesta. En ella, el esqueleto de un caballo, alegoría del pasado imperial ya cadáver, descompuesto, alza su pata (señal de muerte por herida de batalla, recuerden) y, alrededor, enlazada, lleva una banda electrónica por la que van circulando los datos actualizados de la Bolsa de Londres. Saquen sus propias conclusiones.
En el momento de su estreno, mientras el artista no quiso explicar lo que representaba su obra, el por entonces alcalde, Boris Johnson, haciendo gala de un cinismo absoluto, o de no enterarse de absolutamente nada, posó ante la estatua, curiosamente, con el pulgar hacia arriba. Really Good.