Muchos nos íbamos ayer a dormir con la noticia recién salida a la luz de que tras muchos meses de enfermedad, el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, murió ayer a las 16:25 hora local, después de su cuarto paso por el quirófano debido a un cáncer, que fue diagnosticado en junio de 2011.
En un abarrotado vestíbulo del Hospital Militar de Caracas, donde Chávez llevaba ingresado desde el pasado 18 de febrero, el antes vicepresidente del Gobierno venezolano difundía la noticia, rodeado de ministros del gabinete.
Será precisamente este portavoz, Nicolás Maduro, el que tome las riendas de este nuevo Gobierno de transición, antes de que se convoquen elecciones en el plazo de un mes. Lo que sí ha anunciado ya Maduro es el despliegue de fuerzas militares con el fin de preservar y garantizar la paz del pueblo venezolano.
Las reacciones no se han hecho esperar; mientras que una mitad del mundo llora en esta muerte la pérdida de un líder, de un espíritu revolucionario que tanto progreso llevó al país, la otra mitad considera que se abre un nuevo camino más libre para el futuro del país.
Horas antes del fallecimiento, el ahora presidente interino, Maduro, lanzó una declaración que para muchos supone una analogía con el caso del fallecido líder palestino, Yaser Arafat. Maduro anunció que en un futuro se podrá llegar a demostrar que el cáncer que sufría Chávez fue provocado: «No tenemos ninguna duda de que llegará el momento indicado en la historia en que se pueda conformar una comisión que demuestre que el comandante Chávez fue atacado con esta enfermedad».
Lo cierto es que su muerte deja colgando en el aire el futuro del movimiento revolucionario que creó allá por la década de los 80 y que tanto apoyo -como oposición- le ha supuesto. Más concretamente en 1982, cuando creó el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR200), siendo este una especie de homenaje a los entonces casi 200 años del nacimiento del emblemático líder, Simón Bolívar, una de las figuras más destacadas de la emancipación americana frente al Imperio español en el siglo XIX.
En diciembre del mismo año, Chávez juró reformar el Ejército y emprender una lucha que tuviera como objetivo construir una nueva República. Su primera gran desilusión vino a darse en 1989, cuando la Policía Metropolitana, la Guardia Nacional y las Fuerzas Armadas de Venezuela intervinieron en el Caracazo, el primer intento de golpe de estado de aquel movimiento revolucionario, que se saldó con la muerte de cientos de manifestantes.
Tras varios pasos por la cárcel, no fue hasta 1999 cuando el 56,5 por ciento de los votos electorales recae en él y en su partido Movimiento V República (MVR), estableciendo así el Socialismo en el país venezolano.
En todos estos años de gobierno, el caudillo bolivariano ha contado con un respaldo bastante amplio en lo que se refiere a las urnas electorales. En la última convocatoria, celebrada el 7 de octubre del pasado año, Chávez logró una importante ventaja respecto a su oposición, pese a que el caudillo se encontraba muy enfermo, y había dosificado hasta el máximo sus apariciones públicas. ¿Cuál es, pues, el secreto? ¿Cómo es que este presidente siempre tan polémico pueda tener tantos detractores fuera del país, pero tantos seguidos dentro de él?
Para muchos de sus votantes, Chávez ha conseguido garantizar el progreso en el país sudamericano reduciendo el nivel de pobreza. Como dato característico mencionaremos el hecho de que Venezuela ha sido, en los últimos años, el país de la región con el nivel más bajo de desigualdad, según el Coeficiente de Gini, indicador de la desigualdad de los ingresos dentro de un país. Según estos datos, la desigualdad se ha llegado a reducir en un 54 por ciento, mientras que la pobreza llegó a pasar del 70,8 por ciento en 1996 hasta el 21 por ciento en 2010.
Como en todo, siempre hay una de cal y otra de arena. A pesar de todos los logros que aparentemente Chávez ha conseguido, también se le podría achacar el uso de medidas en ocasiones algo represivas. El cierre de numerosos medios de comunicación, su exhaustivo control, el control respecto al Tribunal Supremo, o el caso de una ley que aprobó allá por el 2009, según la cual sería delito protestar contra el Gobierno del caudillo bolivariano, ya que esto supondría una «desestabilización de un Gobierno constitucionalmente electo».
Siguiendo este hilo, la organización a favor de los Derechos Humanos, Human Rights Watch (HRW), recordó esta misma mañana al mundo que el legado «autoritario» que deja Chávez ha estado cargado de «una concentración de poder y una indiferencia absoluta por las garantías básicas de los Derechos Humanos».
Seguidores o detractores a un lado, lo cierto es que Chávez se ha convertido en una figura clave del Socialismo y del Movimiento Bolivariano del siglo XXI, que se ha expandido por otros países de América del Sur. El presidente interino Maduro ha anunciado siete días de luto en Venezuela. En el plazo de un mes, se convocarán elecciones, que serán determinantes para el futuro de un país que prácticamente se ha quedado huérfano, que se ha quedado sin un mandatario que llevaba la friolera de 14 años en el poder.