Kelly-Marie Pearce, una madre inglesa de 28 años, se volvió adicta a comer arena y esponja durante su quinto mes de embarazo. Esto se debe a que sufre una enfermedad llamada Pica, un trastorno de la ingestión y conducta alimentaria que provoca un fuerte deseo de comer sustancias no nutritivas. A pesar de esta extraña afición, sus dos hijos nacieron sanos.
«Tomaba cuencos y cuencos de arena cada día. No comía nada más que arena y esponjas. Era muy satisfactorio, exactamente lo que necesitaba», explicaba Pearce.
Sus inusuales antojos comenzaron de la manera más casual. Su pasión por la arena le llegó mientras veía a su suegra cambiar la arena de la jaula del loro. Según ha contado, quería comer algo pero no sabía el qué exactamente, hasta que vio la arena. «Cuando la vi cambiar la arena del loro pensé que yo podría comer de eso, así que la probé».
Más tarde, cuando la tierra parecía no saciarle del todo, se pasó a las esponjas. «Estaba en el baño un día y vi una esponja. Era nueva y simplemente empecé a comérmela. Le di un mordisco y la mastiqué hasta que se volvió suave. Incluso juntada con arena sabía muy bien», explicaba la Kelly, que reside en la localidad de Wolverhampton. A partir de entonces, «no podía ir a ninguna parte sin tener arena o esponjas conmigo».
Un portavoz de Beat, una asociación sin ánimo de lucro de trastornos de la alimentación, aseguró sobre este tipo de antojos que no «proporcionan ningún aporte nutricional en absoluto y, además, pueden tener consecuencias para la salud a largo plazo». De hecho, subrayó que en el caso concreto de un embarazo, «es importante proporcionar una nutrición adecuada para la madre y para el bebé que está creciendo».
Por esta razón, desde Beat aconsejan que merece la pena «hacerse una exploración para ver si hay problemas serios que necesitan ser resueltos». Por ello, instan a los médicos «a familiarizarse con los patrones de desorden alimentario para que la gente pueda obtener la ayuda necesaria».