Quizás el cine sea el mayor responsable de ello, pero nuestra estereotipada imagen del hombre de las cavernas es la de un ser primitivo, agresivo, sangriento y que se alimentaba exclusivamente de carne. Sin embargo, esta teoría podría quedar definitivamente revocada tras un estudio realizado por investigadores de la Universidad de La Laguna (Tenerife, España) en colaboración con científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (Estados Unidos).
A través de un análisis realizado a un conjunto de restos fecales fosilizados que se hallan en un yacimiento en El Salt, Alicante, se ha confirmado que el hombre de Neandertal incluía grandes cantidades de vegetales en su dieta.
Hasta el momento la tesis más extendida era que el predecesor del Homo Sapiens tenía una dieta que se basaba casi exclusivamente en la ingesta de carne. Esto le llevó a tener un control muy limitado del medio en el que vivía, y su poca capacidad de adaptación justificaba su extinción. Sin embargo, la presencia de coprosterol, una sustancia que el sistema digestivo del ser humano genera al digerir vegetales, confirma que el consumo de éstos se hacía de forma habitual. De hecho, la presencia de dicho elemento en dichos restos fosilizados es tan significativa que lleva a reevaluar los estudios científicos realizados hasta el momento, ya que el consumo de frutas y verduras podría ser mucho más elevado y frecuente de lo que se pensaba hasta el momento, y demostraría que la dieta paleolítica era completamente omnívora. Si una enorme ingesta de carne tuvo sus beneficios a nivel evolutivo, como un rápido desarrollo craneal, un alto consumo de vegetales ayudó a amortiguar los efectos negativos de una ingesta de grasa y colesterol tan elevada.
No es la primera vez que se encuentran muestras de consumo de vegetales en el hombre del neandertal. Ya existían indicios de ello, puesto que en previos estudios se pudo constatar la presencia de restos moleculares de éstos en los dientes de dichos individuos. Sin embargo, dicha hipótesis no fue confirmada debido a que los restos vegetales podrían haber llegado a los incisivos de nuestros ancestros al comer el estómago de sus presas, ya que podían mantener restos de comida no digerida, o que éstos hubieran quedado depositados en los dientes al sostener herramientas con la boca, tal y como seguimos haciendo en la actualidad. Ahora se prevé extender dicha técnica de análisis a otros yacimientos anteriores para comprender la dieta y la forma de vida de nuestros ancestros, así como nuestra capacidad de adaptación al consumo de distintos alimentos.