Gestionar un vestuario veterano que no termina de reciclarse y recuperar al mejor Fernando Torres, sus principales tareas
Rafa Benítez vuelve a la esfera pública, a recibir las miradas puntillosas de las televisiones y los tabloides ingleses. El foco de atención está otra vez en su tejado. Atrás quedan las ponencias sobre la evolución del fútbol, los avances tecnológicos y el sosiego que da no sentir la presión de lograr victorias cada semana y títulos al cabo de cada temporada.
El míster madrileño no podía dejar pasar un tren de la envergadura del Chelsea. Un transatlántico con algunas fisuras. Grietas que no serán fáciles de cerrar pero que son más placenteras que ver los partidos sin poder intervenir. Y es que Benítez llevaba casi dos años sin pisar un campo de entrenamiento. En este período rechazó jugosas ofertas como la millonaria del Anzhi y de algunas selecciones esperando, como él mismo afirmó, «la oferta adecuada y si era de la Premier, mejor». No se había acomodado, solo quería un proyecto ilusionante y ganador; y el Chelsea era uno de los pocos conjuntos que cumplía esos requisitos, por esa razón no piensa en el futuro más allá del mes de junio, cuando venza su vinculación con los de Stamford Bridge.
Nada más aterrizar, los periodistas le abordaron en su primera rueda de prensa con cuestiones controvertidas, recordándole las palabras que profirió en su etapa como entrenador del Liverpool -«Jamás entrenaré a un club como el Chelsea»-, que no disimulaba cierta inquina y una pizca de escepticismo ante ese entrenador nuevo que lleva casi dos años fuera de la rueda y que no es el perfil –ni la primera opción- que buscaba Abramovich.
Benítez no es el estereotipo de entrenador que pretendía el oligarca ruso porque no se aparta excesivamente de la línea de su predecesor, el italiano Roberto Di Matteo. Abramovich busca algo más: quiere entrar en la historia. El pasado mes de mayo logró su sueño más anhelado, ganar la Champions League. Pero ni siquiera esto ha valido para mantener en el cargo a un Di Matteo que no era santo de su devoción. Con tantos prejuicios, tan solo estaba esperando el primer traspié de consideración para despedirle.
Y Benítez, aunque no sea un técnico fundamentalista, es complicado que cambie conceptos tan arraigados en su persona como el contraataque y el juego especulativo. Desde distintos círculos se le ha criticado que planteara los partidos como una partida de ajedrez donde sus jugadores eran simples fichas que él debía mover desde la banda; si bien ahora se encuentra con un plantel repleto de figuras. Algunas, sin embargo, en el ocaso de sus carreras y otras, en cambio, floreciendo. Saber administrar esta circunstancia será un aspecto importante en su gestión.
El español tiene muchos retos por delante. El primero de todos recuperar a Fernando Torres y hacer de él uno de los mejores delanteros del mundo. Aquel «Niño» que se consagró internacionalmente cuando recaló en el Liverpool y que tuvo un día, no hace mucho, la vitola de estrella. Una tarea ardua complicada viendo el rendimiento del ariete en los últimos meses. Si es capaz de resucitar al estilete madrileño allanará gran parte del camino que tiene que recorrer de aquí a final de campaña.
Otro asunto capital será el gestionar un vestuario veterano que no termina de reciclarse. Jugadores en el otoño de sus carreras como Terry, Lampard o Cole tienen un peso específico y unos galones difíciles de soslayar. Lidiar con ellos y dar un papel más relevante a los ilusionantes fichajes del pasado verano (Hazard, Óscar o Marin), además de revisar la trascendencia en el equipo del díscolo Terry y dotar de más sentido creativo a un doble pivote con más músculo que pie serán otros temas que deberá tratar sin demora para relanzar a un equipo alicaído.
El desafío es mayúsculo porque no se trata solo de vencer, sino de convencer y en el ideario del técnico madrileño esa palabra no tiene, en sentido estricto, todo el valor que representa para el dueño del club.
«En el fútbol solo vale ganar. Si logro victorias no habrá problemas». «Nadie me ha dicho que hay que jugar como el Barça. Hay muchas maneras de ganar», se limitó a decir el día de su presentación, en una muestra manifiesta de su máxima futbolística.
Pero Rafa no quiere mirar más allá del mes de junio, sabedor de que si cumple con los objetivos nadie le podrá reprochar nada, se sentirá satisfecho y su figura ganará enteros. No le faltarán ofertas sobre la mesa. La pelota está en su tejado. De momento la aventura ha arrancado con un empate ante el Manchester City y con algunas muestras de desencanto por parte de la afición, que no aprueba su contratación. De todos modos, Rafa fue claro con este tema desde el primer día: «La afición y yo remamos en la misma dirección. Los dos queremos ganar.» Que así sea.