Avión de Ryanair (EI-EKR), en el aeropuerto de Belfast, en abril de 2010. / Ardfern.Ryanair, la aerolínea de bajo coste de bandera irlandesa, está en el punto de mira de los medios de comunicación españoles y de las autoridades patrias. En las últimas cuatro semanas ha protagonizado dos aterrizajes de emergencia por despresurización en la cabina y dos más en el aeropuerto de Valencia por falta de combustible.
La despresurización en cabina parece que no es algo tan extraordinario para los que llevan muchas horas de vuelo a sus espaldas y sucede más a menudo de lo que a los responsables de vuelo les gustaría. Sin embargo, es el hecho de volar con la cantidad de combustible justa lo que ha provocado el rifirrafe entre las autoridades aeroportuarias españolas y el dueño de la aerolínea, Michael O’Leary.
Al parecer, parte del combustible que transporta el avión se desecha antes de aterrizar, por lo que cuanto más vacío está el depósito en el momento del descenso, menos se desperdicia. Es por esta razón que Ryanair reposta sus aviones con el combustible justo para el vuelo. Los aterrizajes de emergencia se debieron a que los aviones fueron desviados desde sus lugares de destino al aeropuerto de Manises y el comandante pidió prioridad para aterrizar sobre otros vuelos por falta de gasolina en el depósito. Desde entonces, se ha puesto en entredicho la seguridad de los pasajeros de Ryanair y muchos han acusado a la aerolínea de comprometer la seguridad de sus viajeros para ahorrar costes.
Mientras la Ministra de Fomento, Ana Pastor, señalaba que no iba a permitir que una reducción en los costes pusiera en peligro a los pasajeros y pedía que las autoridades de supervisión nacionales pudieran ampliar sus competencias sobre las compañías aéreas extranjeras de fuerte implantación en el territorio, Ryanair se defendía asegurando que se trataba de una campaña de desprestigio desde el Ministerio contra la aerolínea. Además, la compañía irlandesa se preguntaba por qué se estaban filtrando datos a los medios de comunicación. Concretamente, hacía referencia a una información publicada en el diario español El Mundo el pasado 10 de septiembre, donde acusaba a la aerolínea de registrar 1.201 incidentes en los seis primeros meses del presente año. O’Leary aseguraba, por cierto, que dichos datos eran «falsos».
Si bien es cierto que se debe investigar qué hay detrás de estas publicaciones y si de verdad son el resultado de una orquesta ordenada por el Ministerio, habría que recordar al irlandés quién empezó qué, puesto que los turistas británicos tuvieron la oportunidad de ver una publicidad de Ryanair en su página web a mediados del mes de junio -cuándo se cuestionaba el rescate financiero de España- que ofertaba vuelos a nuestro país por 12.99€ y que rezaba como sigue: «Este verano España te necesita. Oferta del rescate español».
De todos es sabido el afán de ahorro del señor O’Leary y sus locuaces decisiones y propuestas; desde cobrar tasas por facturar equipaje, por imprimir la tarjeta de embarque, por elegir asiento e incluso por pagar con tarjeta de crédito o débito (la única tarjeta exenta de comisión es la suya propia, la de Ryanair). Hasta le rondó la idea de que los pasajeros viajasen de pie para que hubiera más viajeros por vuelo y, de esta forma, rentabilizar aún más cada trayecto.
Cuando el pasajero no está acostumbrado a los hábitos de la aerolínea, volar con Ryanair no es una experiencia placentera si se tienen en cuenta la espera interminable para acceder al avión sin asientos numerados, los estridentes colores corporativos en azul y amarillo, la estrechez de los asientos, la «amabilidad» de algunos miembros de la tripulación o la falta de un mísero bolsillo en el asiento de enfrente para guardar las revistas que te entretendrán durante el vuelo.
Sin embargo, y confiando en que las autoridades competentes realicen un análisis exhaustivo de las normas que regulan la seguridad en los aviones, hay que reconocerle sus méritos. Es la aerolínea europea con mayor índice de puntualidad (puntualidad que, por cierto, se anuncia a toque de corneta en el avión cuando las ruedas tocan la pista de aterrizaje) y tiene un excelente récord de seguridad en sus 28 años de existencia. Pero, sobre todo y para los expatriados que residimos en Irlanda y Reino Unido, hace que la morriña sea más llevadera y acorta las distancias (y alivia el bolsillo) entre nuestras familias y amigos y las islas.