Los zombies no podrían estar más en el candelero. Éxitos televisivos como The Walking Dead ponen de manifiesto que los muertos vivientes dan mucho juego y que son válidos tanto para asustar a los más valientes como para despertar sonrisas al más estilo comedia romántica.
Y esto último es, precisamente, lo que consigue Warm Bodies, la adaptación del primer libro de Isaac Marion, que tiene todas las papeletas para despertar el interés de los fans acérrimos de la serie vampírica más adolescente de todos los tiempos: Crepúsculo.
A pesar de que las comparaciones son odiosas, se hace imposible no pensar en Edward Cullen y Bella Swan cuando vemos a un Nicholas Hoult desmejorado y pálido hasta la saciedad y a Teresa Palmer, actriz conocida por sus papeles en Soy el número cuatro o El aprendiz de brujo, que guarda un gran parecido con la polémica Kristen Stewart. De hecho, y como aviso para navegantes, existen determinadas escenas en las que es fácil tener un déjà vu cinematográfico y vislumbrar el famoso gesto de «hay algo aquí que no huele muy bien», característico de Stewart, produciendo una cierta confusión en el espectador.
Sin embargo, en Warm Bodies se encuentra una nota de humor inteligente e ironía que no se hace visible en la saga crepuscular. Desde el primer minuto y hasta los créditos finales, el espectador podrá disfrutar de diálogos elocuentes, frases cínicas y, por supuesto, una pizca de absurdidad que pone la guinda al pastel. Todo ello enmarcado en torno a un argumento que, aunque dista un poco de ser original, engancha y enternece durante los 97 minutos que dura la película. Se trata de un Romeo y Julieta al más estilo siglo XXI, donde el galán romántico apenas puede articular palabra y se mueve al son de espasmos musculares y la joven doncella es la hija del principal exterminador de zombies, rol interpretado por un John Malkovich al que se coge manía desde un principio. Hay que destacar, a su vez, el papel de Rob Corddry como mejor amigo del protagonista, un muerto viviente adorable, que hace que te olvides de su pasión por alimentarse a base de humanos.
Y es que nunca los zombies fueron tan enternecedores como en esta producción, donde al terminar el filme te quedas con buen sabor de boca, una sonrisa en la cara y, casi sin quererlo, un mensaje subliminal en el cerebro. Por cierto… ¡Cerebros! Atentos a lo que producen en estos muertos vivientes, de nuevo una nota original y dulce que cambia la visión de estos seres putrefactos.