Alberto Carcavilla, fotógrafo salmantino
Alberto me recibe en el jardín de una de sus dos casas de Londres con una camiseta roja donde puedes leer Soho, uno de los barrios gays por excelencia situado en pleno centro de esta ciudad. Aparca su bicicleta a un lado, se sienta y cruza las piernas. Agarra una taza de té y se la lleva a la boca mientras me mira con cara interrogante y atento a mi primera pregunta.
¿Qué anima a un fotógrafo que trabaja en una empresa tan consolidada como la casa Lladró en España a que decida dejarlo todo y venir a Londres?
Ése fue mi primer trabajo después de estudiar Fotografía y Cine en la Universidad San Pablo CEU de Valencia. Llevaba un año trabajando para la casa de porcelanas Lladró cuando empecé a ver mi vida pintada delante de mí y me di cuenta de que con cuarenta años seguiría haciendo lo mismo, con la misma gente, en la misma empresa…Sentí tal claustrofobia que decidí escapar. Tenía amigos en Londres que me animaron a venir, así que «cogí la maleta, botijo y perro» y eso hice.
¿Es importante el apoyo de los amigos cuando uno llega perdido al extranjero?
Por supuesto. Ellos me acogieron en su casa durante dos semanas hasta que encontré mi primer trabajo en un bar de la estación de Charing Cross. Todavía no sé cómo lo conseguí porque mi inglés era muy básico, no entendía nada, no hablaba y lo único que pude hacer en la entrevista fue asentir, sonreír y decir a todo «yes», «yes», «yes». Y empecé a trabajar por 3,30 pounds la hora, un dineral para mí en aquella época. Dos semanas después, buscando en revistas gays, encontré una habitación en un apartamento de protección oficial. Hay que tener en cuenta que en 1996, cuando llegué a Londres, las webs en internet llevaban un año funcionando y todo era mucho más difícil.
Debe de ser frustrante para una persona con una carrera universitaria tener que trabajar en un pub porque el desconocimiento el idioma te impida desempeñar tu profesión.
Lo es. Y además no me sentía realizado porque estaba rodeado de gente bastante vaga y sin ninguna preparación universitaria que me consideraban imbécil porque no hablaba inglés. Ésa era mi gran frustración y a veces me daban ganas de pegarle una patada a todo y volver a España, pero me mantuvieron en Londres mi orgullo y mis ganas de aprender. A los seis meses cambié de trabajo a una tienda de ropa donde me mandaron directamente al almacén a vaciar cajas, etiquetar… Pero me trataban mucho mejor. El hecho de llegar al trabajo trajeado y perfumado se valoraba mucho, tanto que a veces hacía las veces de portero para atraer clientas femeninas. Uno era joven y bien parecido… [Risas].
¿Cuándo consigues tu primer trabajo relacionado con la fotografía?
Ya con un nivel más avanzado de inglés, aunque todavía muy verde, me contrataron en un laboratorio de fotos y allí vi las puertas del cielo abiertas. Trabajé muchísimo durante un año, aprendí técnica de revelado y positivado y empecé a estar en contacto con el cliente, cara a cara, lo que nunca había hecho y menos en inglés. Además el laboratorio estaba cerca de Hampstead y empecé a conocer gente de un nivel cultural y financiero bastante alto que me ayudó mucho con el idioma.
De un bar a una tienda de ropa, luego a un laboratorio fotográfico y aterrizas en Christies…
Cuando me sentí seguro para dar el gran paso imprimí mi portafolio, me hice un traje a medida y, con la ayuda de un amigo escocés, que me enseñó a presentarme a la manera inglesa (aquí lo que vale no es que digas que eres bueno sino por qué, números, datos), empecé a buscar trabajo de nuevo. Un buen día leyendo el BIP (Brithish Journal of Photogragy) encontré una vacante como fotógrafo en la Casa de Subastas Christies. Vi el puesto demasiado grande para mí. Todavía tenia la mentalidad española de «no tengo ningún padrino, no conozco a nadie». Unos días después de mantener la entrevista me confirmaron que trabajaría tres meses de prueba. Doce años después sigo con ellos.
¿Encuentras diferencias, profesionalmente hablando, entre España y Londres?
En Lladró como es una empresa tan consolidada y tan conservadora las cosas no cambian y para una persona emprendedora eso es morirse en vida. Christies está mucho más consolidada y puede que sea más conservadora, pero piensa en el presente, en el pasado y en el futuro. Aquí tengo compañeros que no necesitan trabajar porque son millonarios y sin embargo lo hacen. Otra gran diferencia para mí entre España y Londres es que trabajo codo con codo con aristócratas como David Linley, vizconde de Snowdon, sobrino de la reina Isabel, que es el chairman de Christies, miembros de todas las familias reales de Europa y Oriente Próximo, y nunca nadie me ha mirado por encima del hombro ni me ha discriminado por mi origen obrero, por mi nacionalidad o por mi orientación sexual. En inglés dicen que las buenas maneras te pueden llevar a cualquier parte y yo lo he vivido en mis propias carnes.
¿Cómo describirías Londres?
Es una ciudad que tiene capacidad para todos y para todo. Siempre encontrarás a alguien con quien compartir cualquier afición, por muy excéntrica y rara que sea.
A sus 37 años y con su vida establecida en Londres, Alberto asegura que Inglaterra es un país de oportunidades y no de oportunistas, que el trabajo duro es recompensado y que no hace falta tener padrino para ser bautizado.